Papá me lame la cola
Fecha: 17/01/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: AlonsoLima, Fuente: CuentoRelatos
Cuando estaba en la universidad, papá solía hacerme masajes. Fue en tercer ciclo cuando empezó a hacerlo. Recuerdo con claridad el momento. Me acababan de jalar en un examen de Mate 2 y llegué a casa frustrada y llorosa. Mi papá miraba tv en su sofá, me preguntó que me pasaba y le conté. Me calmó y me pidió que no me preocupara, que era joven, la universidad difícil y que ellos (él y mamá) estaban muy orgullosos de mí y confiaban en mi esfuerzo, que los resultados llegarían.
Me preguntó si quería un masaje para relajarme. Le dije que sí. Él siguió sentado en su sofá, me senté delante de él, sobre la alfombra, y me masajeó cuello y hombros. Fue delicioso, hacía un masaje realmente relajante y en pocos minutos estaba distendida y me fui a dormir una siesta.
Desde ese momento, con alguna regularidad, cuando llegaba a casa y lo encontraba viendo tv, le pedía que me haga masajes. En pocos minutos me sentía relajada y me iba a dormir. La rutina siguió por un par de años. Sin muchas variaciones, tal como fue la primera vez, él sentado en su sofá y yo sentada sobre la alfombra.
Cuando estaba en séptimo ciclo, tuve una temporada fatal. Terminé con mi novio por su infidelidad. Me fue terrible en los estudios. Perdí el trabajo temporal que tenía. Era un desastre completo. Una noche de viernes llegué a casa en crisis existencial. Había cenado con una amiga y al final de la cena la recogió su novio. Volví a casa pensando en mi “tragedia”, sin novio, mal en la universidad, sin ...
... empleo.
Ni bien abrí la puerta y entré, empecé a llorar. Mi papá me vio. Se levantó y me abrazó para consolarme. Me logró calmar un poco y tras unos minutos le dije que iría a mi cuarto a dormir.
Me desnudé en la habitación. Me quedé en tanga. Me puse el pijama e intenté dormir. Pero no podía dejar de sollozar. Quizás 30 minutos después mi papá tocó la puerta de la habitación y me preguntó si estaba bien. Llorosa le dije que no. Entró y se sentó a mi lado. Yo estaba boca abajo. Sollozando.
Mi papá no tenía muchas palabras que decirme. Con mi mamá siempre teníamos mucho de que hablar, pero con él muy poco. Cuando me hacía masajes o charlábamos comiendo, siempre eran preguntas sobre mis estudios o mi trabajo. En ese momento él no sabía que decir y finalmente me dijo “hijita quieres un masaje” y le dije que sí. Nunca me había hecho uno en mi cuarto, pero no me pareció mal.
Comenzó a masajear mi cuello y mis hombros. Pronto sentí bienestar, alivio, relajamiento. Nunca le pregunté a papá si había estudiado para masajes. Supongo que si pues no creo que pueda hacerse algo así sin estar preparado. Ya luego he tomado masajes profesionales y, quizás por el recuerdo idealizado, nunca he encontrado uno como los que me hacía mi papá.
Lo cierto es que tras unos minutos de masajes sobre mi cuello y hombros me sentía relajada. Papá me preguntó si quería masajes en la espalda. Le dije que sí. Me dijo que lo mejor sería que me saque el polo del pijama. No tenía brasiere, pero como ...