1. El café, con leche caliente, por favor [H][M25][M37]


    Fecha: 24/01/2025, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Hace tres semanas que cerró el restaurante donde suelo ir a comer. Hace tres días que los nuevos dueños han reabierto y hoy, ya me he quedado sin mesa, por primera vez en tres años. Seguramente todos vosotros, al igual que yo, os preguntaréis la razón de semejante éxito: la nueva cocinera, diréis algunos. La materia prima utilizada. Los nuevos precios. El nuevo color de las paredes… todos os equivocáis, excepto a los que señaléis a la nueva camarera: un bombón de 25 añitos, pelo largo castaño y cuerpo de ninfa. Y no por que sea buena sirviendo, ni rápida, que también lo es. Todo es por sus pechos firmes y redondos como un melocotón, una cintura de avispa, un trasero perfecto, una piel tostada, unos hombros lisos y finos… Cristina, así se llama.
    
    Caí en que la razón era ella, el día que me di cuenta que yo era la única mujer del restaurante, a excepción de ella y que también era la única que no la miraba cuando se acercaba para servirme, ni cuando me daba la espalda para volver a la barra. O si la miraba, yo era la única que lo hacía por encima de su barbilla.
    
    Especialmente me partí de risa un día que llevaba unos pantalones piratas de algodón de color blanco… y un tanga. Los glúteos y la raja que los separaba se marcaban en ellos con claridad… como si fueran una segunda piel. Todos, y no exagero, TODOS los clientes le miraban dos veces para comprobar esa primera impresión captada de reojo: unos bufaban abriendo los ojos, otros parpadeaban o se fregaban los ojos. ...
    ... Otros lo comentaban entre ellos, divertidos.
    
    Y todo esto, que era lo que más me jodía en el fondo, desde una naturalidad absoluta. No hacía nada especial para encender al personal: ni se insinuaba, ni seguía la corriente de los que sí lo hacían, ni vestía de forma exageradamente provocativa. No enseñaba las bragas por detrás de los pantalones, ni siquiera se le veían las cintas del sujetador: era irritantemente perfecta. Solía llevar ropa ajustadita, pero como yo y cualquier mujer que pueda permitírselo.
    
    Todo empezó un día que bajé a media tarde a tomar un café después de una jornada infernal en el despacho. En el bar no había nadie. Saqué la cabeza para mirar dentro de la cocina, detrás de la barra, pero nada. Al final no tuve más opción que gritar un "holaaaa?” interrogativo.
    
    Supuse que habría ido a comprar algo y que volvería enseguida, así que me senté en una mesa a esperar. El culo casi no había tocado asiento cuando la puerta del baño se abrió, tras la que salió Cristina, alisándose el cabello y colocándose la camiseta.
    
    Sonreí y le pedí un café con leche. –"Pobre chica- pensé- no le dejamos ni mear".
    
    -"Leche caliente o natural?.
    
    -"Caliente", le contesté en el mismo momento que volvía a abrirse la puerta de los aseos. Apareció un chico rubio que llevaba dibujada en la cara una sonrisa de oreja a oreja.
    
    Le seguí con la mirada hasta la puerta. Cuando se despidió con un aséptico "adiós" mis ojos se fijaron en ella. Ni se inmutó. Ni levantó la mirada. Fue ...
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