1. Me entregué al capellán de la Universidad


    Fecha: 05/03/2025, Categorías: Confesiones Autor: AlonsoLima, Fuente: CuentoRelatos

    Cuando empezaba el quinto ciclo en la universidad, llegó a la universidad un nuevo capellán. Español, de Navarra. Desde que lo vi por primera vez, me humedecí. Era joven, de 32 años (luego supe su edad), alto, fornido, bronceado al sol, cabellos castaños. Más parecía un sexy futbolista que un sacerdote.
    
    Todas mis amigas empezaron a confesarse, los martes o los jueves. En una pequeña salita privada, que el padre usaba de oficina y confesionario. Pensé que ser confesada por el Padre sería muy excitante. En mis sueños húmedos me imaginaba siendo cogida por él en esa pequeña salita. Finalmente decidí hacer lo mismo que mis amigas y un martes hice mi cola, como una devota más y, finalmente, entré al recinto donde todas mis amigas fantaseaban con el Padre español, tan churro y sexy, mientras las confesaba.
    
    Aunque tuviera sotana, el Padre era un hombre precioso. Me habló muy formalmente desde que llegué. Seguimos el protocolo de confesión y llegó el momento de la confesión de mis pecados. Había planeado decirle unos pecados hot, a ver si lo perturbaba. Tenía el morbo secreto de contarle aventurillas ficticias, para ver como reaccionaba.
    
    -Cuéntame hija, ¿Qué pecados tienes?
    
    -Padre he tenido pecados de carne
    
    -¿Explícame hija? ¿Estás segura de lo que dices? ¿Sabes lo que son los pecados de carne?
    
    -Si Padre, lo sé. He hecho cosas impropias con mi novio.
    
    -¿Qué cosas impropias hija?
    
    -Padre, me da mucha vergüenza contarle.
    
    -Hija mía, este es un momento de ...
    ... confesión. Tienes que ser sincera para lograr el perdón del Señor nuestro Dios. Él espera sinceridad y arrepentimiento.
    
    -Padre lo sé, pero me da vergüenza decirlo.
    
    -Hija mía, se valiente, nuestro Señor es testigo de tu confesión y Él sabe todo. Sólo espera que seas sincera en este salón.
    
    No tenía ninguna vergüenza. Simplemente quería soltarme y coger confianza. Empecé a narrarle la situación. Empecé con mi narración, previamente escrita y ensayada.
    
    -Padre. Mi novio me pidió que le diera una prueba de amor. Le dije que no. Que eso era pecado. Que como podía pedirme eso. Ha insistido mucho y finalmente acepté. Pero como siempre he soñado con llegar virgen al altar, sólo lo hicimos por mis nalgas. Sólo eso le di. Yo pensé que eso no era pecado pues sigo siendo virgen y llegaré pura al altar, pero le conté a una amiga y me dijo que eso se llama sodomía y es pecado de carne. Padre, no quiero irme al infierno por pecadora de carne.
    
    El padre se quedó callado un instante y me dijo. Hija mía. El señor perdona tus pecados. Reza 4 padrenuestros y ve en paz.
    
    Me retiré y casi rezo los padrenuestros ordenados. A los dos días, me encontré con el padre en un pasillo. Me saludó amablemente y me dijo “hija, el martes nos confesamos de nuevo”. El “nos confesamos” me sonó raro. Decidí desarrollar mi narración más.
    
    Llegado el martes, tras el preámbulo formal, empecé una nueva confesión.
    
    -Padre. Lo he vuelto a hacer. Volví a tener pecados de carne.
    
    -¿Cuéntame hija, que has ...
«123»