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Me entregué al capellán de la Universidad
Fecha: 05/03/2025, Categorías: Confesiones Autor: AlonsoLima, Fuente: CuentoRelatos
... hecho? -Padre. Me sentía inquieta y tenía ganas de que mi novio me toque allí atrás. Lo fui a ver ayer a su cuarto y felizmente estaba solo. Le dije que me sentía rara y que tenía muchas ganas de sentirlo allí atrás. No sabía porque, pero eso quería. Me acostó en su cama. Me puso boca abajo. Me bajó el short y mi calzón y me lamió atrás. Sentí mucho placer. Sentía muy rico. Luego se puso encima y me metió su pene entre mis nalgas. Sentí muy rico Padre y tuve unas contracciones que me hicieron sentir muy bien y relajada. -Hija, eres una pecadora. Miré su entrepierna y tenía una erección que su sotana no podía ocultar. Se veía un delicioso bulto que, bajo la sotana me ponía loca. Espere él de un paso más, pero no lo dio. Yo tampoco me animé. Me ordenó rezar cinco padrenuestros y me ordenó salir del confesionario. Seguí confesándome cada martes. Con nuevas aventuras y más detalles. La verga del Padre se erectaba cuando empezaba a narrarle lo que hacía con “mi novio”, que, por cierto, no tenía. Pronto él mismo me pedía más detalles. De donde lo hacíamos, de cómo era la cama, de que ropa interior utilizaba. Pero ni él iba más allá ni yo me arriesgaba a ir delante. Tras poco más de un mes de juegos de confesión. Yo moría de ganas de ser suya. Todo el día pensaba en ello. No había instante que no imaginara al Padre desnudándome en su confesionario y poseyéndome. Decidí que no podía pasar más tiempo sin ser suya. La universidad tenía un código de vestimenta muy ...
... estricto. Vestidos como mínimo hasta la rodilla. El martes de la confesión me puse un vestido lo más corto posible. Sin arriesgarme a que no me dejen ingresar al campus. Debajo del mismo una tanga muy pequeña. Había ensayado en casa la forma de sentarme de forma que el vestido se recogiera lo más posible y mostrará la mayor parte de mis muslos. Llegué al confesionario. Me di cuenta como el Padre me miró. Nunca había ido con vestido, siempre de jean y polo. Sentí que me desnudaba con su mirada. Me senté en la silla frente a él. Tuve mucha suerte, pues al sentarme el vestido se recogió aún más que en mi mejor ensayo. Podía ver todos mis muslos y más aún. Desde donde él estaba, frente a mí, con certeza podía ver mi tanga. Empezó la parte protocolar de la confesión. Pero lo sentí turbado, su voz era entrecortada. Miré como el enorme bulto resaltaba sobre su Sotana. Yo aún no había hablado. Ni bien empecé a contarle mis “pecados”, se paró. Su bulto me ponía loca. De pie estaba, su verga estaba es la altura de mis manos. Me arriesgué. Las puse sobre su verga erecta. Se alejó, pero un instante después, sin hablar, volvió aún más cerca. Le volví a coger la verga. La sentía en mis manos erecta, dura, durísima, y grande. Se la solté y con ambas manos le subí la sotana. Debajo de ella llevaba sólo un bóxer que reventaba. Le volví a coger la verga sobre el bóxer y él sólo gemía. Se la saqué y sin esperar a que diga nada se la empecé a chupar. Era grande, de las mayores que había ...