Mi historia con una mujer maltratada (10)
Fecha: 07/03/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: Tmy456, Fuente: CuentoRelatos
... con una mano mientras que la otra iba sutilmente a mi pecho, bajaba un poco, pasaba a mis abdominales, bajaba más y más, y de golpe ya había desatado la toalla y se encontraba en mi verga, acariciándola con suavidad. Ella estaba parada atrás mío y yo sentado. Se inclinó un poco, acercó sus labios a mi oído y besó el lóbulo de mi oreja, entonces preguntó casi en un susurro:
—Ahora… ¿te estoy haciendo falta?
—No.
Apretó un poco y no pude evitar soltar un gemido. Me sentía sumiso, como dominado física, aunque mentalmente también.
—Vení, vamos a la cama, dijo en un tono muy dulce.
Me agarró del brazo y me llevó a la habitación.
Cuando llegamos al cuarto, me pidió que la esperara acostado. Fue a agarrar algo al comedor, volvió y cerró la puerta.
—¿Qué fuiste a hacer?
—Fui a buscar algo.
—¿Qué fuiste a buscar?
—Algo, no importa el qué. Ahora cerrá los ojos.
Me daba mucha curiosidad saber qué era lo que tenía escondido detrás suyo, en su espalda. Sin embargo, hice lo que ordenó y segundos después sentí un aceite tibio con un olor a lavanda riquísimo chorreando en mi vientre. Que pasara eso en parte, era extraño y en parte, muy placentero.
—¿¿¿Qué me estás poniendo???
—Shhhhh, dejá de hacer preguntas y disfrutá, susurró y pasó su dedo índice por mi boca como chitándome.
Cerré los ojos con mucha fuerza. Empezó a masajear lentamente y de manera suave mi abdomen, subía a mi pecho, bajaba de vuelta, luego fue directo a mi cuello y por último se ...
... detuvo en mi entrepierna. Con toda la delicadeza del mundo, agarró mis manos y las colocó en mi panza, mientras frotaba mi verga con una mano cubierta de ese aceite tan rico.
—¿Lo estás pasando bien?, me preguntó.
—Sí, respondí un poco confundido.
—Me alegro, muñequito. Ahora abrí los ojos.
Sentí su respiración profunda en mi boca. Abrí los ojos por un momento y vi su cara de ángel pegada a la mía.
—Anen, me estás asustando. ¿Qué me pusiste?
—Un aceitito.
—Ajá.
—Incorpórate.
—De acuerdo.
Cuando me levanté y me quedé sentado en posición de indio, la vi completamente desnuda.
—Ahora te voy a poner este aceite en la espalda y quiero que te relajes. ¿Ok?
—Ok.
Untó el aceite en mi espalda. Sentí un placer que nadie se podría imaginar. Sus suaves dedos masajeando mi espalda con el óleo con ese olor a lavanda del cual no me puedo olvidar, me daba demasiado placer. Todo me daba placer: las luces apagadas, el tono que usaba para hablarme, el masaje que le propiciaba a mi dorso. Hasta que de repente, empezó a tocar mi pene todavía erecto. Ahí el placer aumentó mucho, y cuando digo mucho, es mucho. Su mano resbalaba a causa del aceite. Cuando apretó nuevamente no pude impedir liberar un nuevo gemido, esta vez más grande que el que emití en la mesa. Me comenzó a masturbar. Luego de unos minutos, sentía tanto gozo que empecé a gemir excitadamente. De esa manera, me masturbó hasta que acabé en las sábanas. No sé cuánto tiempo habrá pasado, lo que si sé ...