Soy una pecadora (Parte 2)
Fecha: 14/03/2025,
Categorías:
Confesiones
Autor: Zara Lovecraft, Fuente: CuentoRelatos
Seré honesta con ustedes: siempre preferí una cama en donde follar a una iglesia en donde rezar. Intenté ser diferente, pero el deseo ha ganado cada vez, precipitándose e inundando todo en olas y olas de placer.
Al principio, me sentía culpable. Se suponía que no debía meter mis dedos en mí y luego chuparlos sólo por curiosidad, o en mitad de la noche deslizar mis dedos por mi coño y follarme a mí misma una y otra y otra y otra vez, jadeando y cubriendo mi boca con mi mano para no hacer el menor sonido. Que mi familia devota, fielmente creyente en Dios, se enterara de que cedí a mi deseo carnal claramente no era el plan.
Como decía: me sentía culpable. Luego del inevitable orgasmo pensaba "¿Qué acabo de hacer?"
Resumiendo, en poco tiempo me importó un carajo. Así que disfruté de lo que no debe ser vergonzoso ni un motivo de culpa: la exploración de la sexualidad.
Pero ese día domingo debía ir a la iglesia y fingir que mi coño ama ser follado con fuerza mientras cierro mis ojos y finjo rezar.
¿Y lo peor de todo? Debía confesarme ante un sacerdote.
Podría mentir, sí. Podría fingir que soy una mujer consagrada a Dios, pero me daba curiosidad saber qué diría él al escuchar mis aventuras en el sexo. Llámame loca o enferma, pero me resultaba morboso. Así que tal vez no sería tan malo.
Entré al cuarto de confesión como tantas veces antes. Él estaba allí, y pensé que podría tener mi edad.
–Padre, he pecado– murmuré.
–Confiesa ante Dios y ante mí tus ...
... pecados.
–Me gusta follar– ¿Había sido demasiado brusca? Bueno, que se joda la sutileza–. Admito, padre, que me he follado a mí misma y he abierto mis piernas ante otros para que me montaran. Disfruté todas y cada una de esas noches llenas de gemidos y orgasmos. He pensado en eso tantas veces como resulta posible, e incluso he tenido fantasías con amigos. Sólo quiero que me arranquen la ropa y me tomen contra alguna pared, o me arrastren y me lancen sobre alguna cama y me follen tan duro como es posible. ¿Es normal que piense en lo delicioso que sería sentir los dedos deslizándose por mi cuerpo, por mis pechos, por mi coño y su lengua haciéndome sentir tanto? Soy una pecadora, padre, y lo peor es que me encanta serlo.
Hubo un largo momento de silencio antes de que él dijera:
–No suenas arrepentida.
–No lo estoy.
–Entonces ¿Por qué estás aquí?
–Tal vez porque quería decirle todas estas cosas a un sacerdote y averiguar si se le puso dura.
Otro silencio siguió luego de eso. Del otro lado hubo un sonido casi imperceptible, como si la pequeña puerta se hubiese abierto.
Mi propia puerta se abrió y allí estaba el padre, con sus pupilas dilatadas y su respiración jadeante.
–Levántate.
–¿Disculpe?
–Dije que te levantes. Obedece.
Me levanté y noté que estaba un poco temblorosa y, sobre todo, mojada. Me había excitado, y ahora el sacerdote probablemente me echaría de la iglesia a la fuerza. En mi mente retorcida hasta eso era caliente.
–Sígueme.
Esta ...