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La japonesa
Fecha: 31/05/2025, Categorías: Lesbianas Autor: Ivanvorpatril, Fuente: CuentoRelatos
... minúsculo ano. La clavé allí como si quisiera penetrarla con la sin hueso. Por allí encima, más arriba de mis manos que sujetaban sus tetitas con fuerza, su garganta estirada al máximo seguía murmurando en japonés lo que yo esperaba fueran expresiones de placer y cariño. No la dejé en paz hasta que no se corrió un par de veces. Y solo para que se tumbara encima de mí relajada. Aun así no me dejaba tranquila. Su mano seguía acariciándome con ternura. La cabeza encajada en el hueco de mi hombro con el cuello besaba mi piel y dejaba regueros de saliva sobre mi cuerpo. Era incansable. Bajaba su mano con suavidad por mis pechos pellizcando los pezones entre sus dedos. Siguió por mi vientre, la yema del índice en mi ombligo y siguió hasta la depilada vulva. Le hacía cierta gracia que yo la llevara así. Era muy hábil y yo me estaba derritiendo con sus caricias. No necesitaba más lubricación, sus deditos se deslizaban por mis labios humedeciéndose con mis jugos, llegando al clítoris y consiguiendo que me corriera en nada de tiempo. Se animó y por dónde habían pasado sus dedos seguían sus labios y su lengua. Cada centímetro ...
... de mi piel humedecido por su saliva. No le importaba mi sudor. Dejó mi coño a un lado y siguió por mi muslo. La corva, detrás de mi rodilla, la pantorrilla, el fino tobillo y cuando la lengua humedeció el talón ya me tenía. Y no paró allí. Sus besos en el empeine y metiendo los dedos en su boquita, chupándolos y metiendo la lengua entre ellos. Casi me corría solo con eso, oleadas de placer subían desde ese pie ensalivado hasta la nuca. Lo hizo también con el otro y desde ahí empezó a subir por mi pierna. Al llegar a la cara interna del muslo ya no paró. Clavó la lengua entre mis labios, penetrándome con ella y con la ventaja de no tener que buscar mi coño entre la maraña de vello que cubría el suyo. Mojé toda su bella carita con mi corrida y lo comprobé lamiéndonos los rostros la una a la otra un momento después. Ya más relajadas, tumbadas lado a lado mis dedos seguían con ternura el dibujo del dragón, que me seguía fascinando. Quedaba de maravilla en su nívea piel. Necesitaba vestirme y volver a casa, pero sabía que necesitaba seguir con ella al menos mientras se quedara en nuestro país. Viéndonos tanto como podíamos.