Amor a orillas del tiempo
Fecha: 08/06/2025,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: zaphyre, Fuente: RelatosEróticos
... envuelta en una calma pintoresca
mientras las olas rompían suavemente en la orilla. Era un lugar de escapada,
donde el ajetreo de la vida cotidiana quedaba atrás y el tiempo parecía
desvanecerse.
En medio de este escenario idílico, dos almas destinadas a cruzarse vagaban
por la playa en direcciones opuestas. Isabel, una mujer de cuarenta y tantos
años, vestía una sencilla blusa blanca y pantalones vaqueros desgastados.
Caminaba descalza, dejando que la arena acariciara sus pies cansados. Sus ojos
se perdían en el horizonte, mientras el viento jugaba con su rizado cabello rubio.
A unos metros de distancia, David, un joven de dieciocho años, de apariencia
bohemia, caminaba descalzo con un libro entre sus manos. Sus ojos brillaban con
la emoción de la juventud mientras leía las palabras impresas con avidez. Se
detenía ocasionalmente para escribir en su cuaderno algunas notas inspiradas
por la historia que devoraba.
Por casualidad, sus trayectorias se entrecruzaron, y sin
siquiera saberlo, ambos alzaron la mirada al mismo tiempo. El tiempo pareció
detenerse por un instante mientras sus ojos se encontraban en un pasaje
silencioso de conexión. Fue como si algo intangible los uniera, una corriente invisible que los traspasó sin que pudieran comprenderlo.
Isabel desvió la mirada, sintiendo una sutil incomodidad. Aunque había
experimentado muchos encuentros a lo largo de su vida, aquel fue distinto,
misterioso. Pero ...
... David, curioso e intrépido, no pudo resistirse a la intriga
que le despertó la mirada de aquella mujer enigmática. A pesar de su juventud,
intuyó que había algo más en ese fugaz intercambio visual.
Los pasos de ambos continuaron llevándolos en direcciones opuestas,
alejándolos uno del otro. El crepúsculo se intensificaba, y las luces de la
ciudad comenzaban a encenderse en la lejanía. A pesar de la distancia física,
sus pensamientos quedaron entrelazados. Cada uno se preguntaba qué había sido eso que acababan de experimentar.
Días después del primer encuentro en la playa, el destino, caprichoso como siempre,
decidía unir nuevamente los caminos de Isabel y David en el pintoresco paseo
marítimo de la ciudad.
La tarde caía suavemente, teñida de tonos rosados y dorados, y la brisa salada
acariciaba el rostro de los transeúntes. Isabel caminaba lentamente junto a la
barandilla del paseo, con los ojos perdidos en el horizonte. Cada tanto, se
detenía para observar el reflejo dorado del sol en el mar, sumergiéndose en sus
pensamientos más profundos.
Mientras tanto, David paseaba con su característico desenfado, los auriculares
en los oídos y la música fluyendo a través de su mente inquieta. Su mirada
erraba por los edificios antiguos y las coloridas casas de la ciudad,
maravillándose con la belleza del lugar que ahora consideraba su hogar temporal.
Cuando sus trayectorias se cruzaron nuevamente, ambos se dieron cuenta de ...