¡Rico!
Fecha: 19/06/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Ishtar, Fuente: CuentoRelatos
Nací en el seno de una familia que va a misa todos los domingos y comulga el primer viernes de cada mes, además de todos los días festivos que señala nuestra religión. En los familiares de uno y otro lado hay multitud de sacerdotes, incluso uno de los tíos llegó a obispo. Todos desplegamos el orgullo de vivir como lo mandan los cánones de nuestra iglesia. Pero tal como lo afirma el dicho “dime de qué presumes y te diré de qué careces”, pues la descarga de pecados suele ser abundante ante el confesor.
Perdí mi virginidad con un primo diácono, un poco antes de que éste se ordenara de sacerdote. Me sedujo fácilmente, me besó y acarició todo el cuerpo dejándome en tal estado de excitación que cuando le pedí que continuara, simplemente sacó un condón para ponérselo antes de penetrarme. “Es pecado usar condón”, le reclamé. “Es más pecado tener un hijo fuera del matrimonio”, contestó mientras me rompía el himen. La verdad, me gustó, pero no me sentí bien porque usamos condón, que lo prohíbe la iglesia. ¿Saben ante quién confesé ese pecado? Sí, ante el mismo con quien lo había cometido. Así son las cosas en mi familia.
A los dos años de mi primera relación sexual, tuve la segunda; meses después tuve la tercera. En total, fueron con cinco hombres antes de casarme, todas las veces con condón, pero repetimos varias veces.
La mejor de ellas fue con un señor casado, a quien aquí llamaré José, con quien hacíamos una labor social de educación a los jóvenes. Yo, a mis 26 años lo ...
... admiraba mucho por sus obras y por todo lo que aprendía a su lado; no pocas veces soñé con él. Una vez que lo ayudaba a empacar libros y documentos que habríamos de llevar a otro lugar a donde cambiaríamos el mobiliario, la cercanía y el olor del sudor y las feromonas, además de la ceñida blusa que me puse para que resaltaran mis tetas, hizo realidad una parte de mi sueño: José me abrazó por detrás, besando mi cuello y amasando mi pecho que no resistí voltearme y besarlo mientras le sobaba el pene sobre la ropa. Desgraciadamente no hubo espacio para más esa ocasión. Con el tiempo hubo muchas oportunidades más, me besó las chiches y lamió mi vientre, bajando hasta hacerme venir sólo con la lengua. Siempre me opuse a que me penetrara, porque temí quedar encinta ya que él no quería usar condón. “No me vendré dentro de ti”, me decía. “¿Y crees que voy a permitir que te salgas de mí?”, le contestaba. Así, morreándonos y chupándonos, sin desvestirnos completamente, pasamos casi cinco años, hasta que me casé. Después, cuando mi única hija tenía un año, volvimos a los juegos de caricias cada vez que podíamos.
Con el tiempo me separé de mi esposo, aunque no me divorcié, porque es pecado. Tuve una hija que parece un clon mío, incluido lo caliente, pero José fue terminante con ella cuando intentó seducirlo. “La que me gusta es tu mamá, aunque ella no quiera que me la coja”, le dijo sin miramientos separándola de sí. Mi hija lo entendió y no pasó a más.
Ahora vivo en amasiato con un ...