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El masaje
Fecha: 20/06/2025, Categorías: Bisexuales Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Llegué al hotel muy cansado porque el viaje había sido largo y complicado, dejé la maleta y tomé una ducha caliente que me reconfortó. Ordené algo de comer y me tumbé un rato en la cama. Por fortuna la habitación era muy confortable. Al rato llamaron a la puerta y me trajeron la comida ordenada. El camarero la dejó encima de la mesa y me facilitó un catálogo con los diversos servicios que el hotel ponía a mi disposición y muy amablemente me los explicó. Tomé el refrigerio y ojee el folleto y me llamó la atención un servicio de masaje en la propia habitación de los clientes. Dado que el viaje me había dejado la espalda bastante cargada creí que sería una buena idea solicitar este servicio. Al cabo de una media hora llamaron de nuevo a la puerta justo cuando estaba empezando a quedarme dormido. Abrí la puerta y apareció la masajista con su equipo. Me quedé bastante impresionado tanto por su belleza y como por su estatura. Extendió un protector encima de la cama, dejó un paquete de toallas en un sillón y una botella de aceite encima de la mesita de noche, indicándome que me quitara toda la ropa y me tendiera boca abajo. Cubrió mis nalgas con una toalla y me preguntó que tipo de masaje deseaba, le contesté que cualquiera que me relajara pues me sentía bastante tenso por el viaje. Sentí derramarse el aceite por mi espalda y al instante las cálidas manos de la masajista distribuyéndolo por mi cuerpo. Ella empezó a masajear mi cuello y ...
... experimenté un gran alivio pues aunque sus manos eran suaves y muy agradables, eran firmes y experimentadas. Empezaron a deslizarse poco a poco por mi espalda hasta llegar a mis glúteos que acarició delicadamente lo que me provocó un agradable cosquilleo en mi entrepierna. Prosiguió por mis nalgas y fue bajando por mis piernas hasta mis pies que masajeó con firmeza y volviendo a subir hasta mis glúteos de nuevo, rozando de manera que yo interpreté como inadvertida mi agujerito lo que me provocó una erección. Me dijo que me diera la vuelta y yo seguí sus indicaciones pero con cierta vergüenza porque no quería que advirtiera lo que había provocado en mi pene y traté de ocupar mi mente en otra cosas. Después de untar mi tórax y abdomen con aceite, comenzó a acariciar mi velludo pecho, mientras yo a través del escote de su bata pude adivinar unos senos turgentes y firmes de un tamaño medio grande pero insultantemente erectos. Esta visión no ayudaba a mis propósitos, ella indiferente prosiguió con el masaje, yo pensé en aquel momento que ya estaría acostumbrada. Siguió bajando hasta llegar a una zona más delicada que obvió para continuar por mis piernas hasta mis pies. Volvió a subir y yo ya estaba bastante excitado y por más que traté no puede evitar que mi erección fuera evidente a pesar de estar cubierta por la toalla. Cuando llegó ahí, me dirigió una sonrisa y empezó a acariciar mi escroto y la zona de mi año, lo que hizo que mi nivel de excitación subiera ...