1. Desde el asilo


    Fecha: 09/08/2025, Categorías: Dominación / BDSM Autor: mab60, Fuente: CuentoRelatos

    ... debía soportar el tormento. Cuando me vencía el rigor, y quedaba hecho un ovillo, llorando, sangrando, esperaba paciente a que volviera a la posición que me había indicado. Y recomenzaba. Creo recordar que al principio, llegue a suplicar piedad, a intentar arrastrarme para besar sus pies, pero me dejaba solo llegar a centímetros de Ella para luego dar un paso atrás y descargar un nuevo golpe. Cuando lo decidía el suplicio terminaba y en ese momento Ella dejaba su marca, la dosis exacta de placer y dolor para que todo fuera más terrible: Suavemente me pasaba un dedo por mi pene que enloquecido buscaba más. Había veces que me dejaba así. Otras llegaba a correrme. No le importaba. Nunca le importó. Sabía que aún vaciado, una palabra, un gesto, bastaba para que volviera a estar sediento de Ella.
    
    Cuando quedaba muy maltrecho, dejaba que transcurrieran los días para que me recuperara. Pero no por ello me libraba de sus torturas. Sentada en su silla, fumando, con mi cabeza bajo la planta de su pie, solía hablarme. No me preguntaba nada: solo informaba de mi estado, subrayaba en que me estaba convertido, en que era un ente sin futuro, que no tenía ni siquiera la voluntad de rebelarme. Hablaba como si estuviera conversando con Ella misma, como si yo no estuviera. O me obligaba a mirar videos de como estaba educando a un nuevo esclavo (el era un esclavo que podía tocarla; yo ni eso)
    
    Después sobrevino una larga temporada de electroshock: yo arrodillado, con las manos en la nuca, ...
    ... sin bajar la mirada, debía soportar las descargas: no cesó en esa práctica hasta que pude soportar dos minutos el nivel máximo de intensidad. Más tarde las duchas frías, simulacros de ahogamiento: yo solo debía meter la cabeza en el balde del agua y solo ante una indicación de Ella podía volver a tomar aire. También el hambre y la sed. Conservo vagos recuerdos de haber deseado que de una vez por toda me quite la vida.
    
    De pronto aquel torbellino se detuvo. Pasaron días, semanas, meses, donde Ella no apareció. Se limitaba a golpear la puerta cuando me acercaba comida y bebida. Comencé a extrañarla a niveles insospechados. Necesitaba sentir su poder como si fuera una droga y era en esos momentos cuando me ponía en posición fetal y lloraba. La única imagen que taladraba mi cerebro durante aquellos días interminables, era la de Ella, la de su cuerpo desnudo, sus piernas, su mirada impasible ante el sufrimiento que me provocaba. Se había cumplido su advertencia: “Vas a temblar cuando escuches mis pasos”
    
    Hasta que un día irrumpió en la habitación y arrojó un par de prendas al suelo. “Podes irte” No comprendí. ¿Adonde iba ir si yo ya no era nadie? Me arrojé al piso y le abracé las piernas. De tanto estar en silencio, había perdido la capacidad de hablar. Igual Ella entendió. Me apartó de su cuerpo como si me tuviera asco y me pisó. “Te avisé que iba a pasar esto” Antes de marcharse, agregó: “La puerta queda sin llave”
    
    Llegó la época del olvido definitivo. Me permitió volver a ...