1. Mi confesión (I)


    Fecha: 11/08/2025, Categorías: Infidelidad Autor: dromo, Fuente: CuentoRelatos

    ... levanta, alza la falda y se acomoda entre las piernas de mi amada.
    
    Sofía, como buena católica, es virgen. Y por supuesto que nunca piensa en anticonceptivos.
    
    Empieza a desabrocharse el cinturón y quitarse el pantalón. Ella chilla, pidiéndole que pare; que se está guardando para nuestro matrimonio. Él responde deslizando sus bragas sin prisa, riendo con sorna como si jugara con su presa. La ropa interior termina rozando el piso, colgado de un talón.
    
    Sofía le grita entre llantos, pero el himen se desgarra en unos segundos. Duele; las lágrimas de mi novia no paran. Él le roba otro beso mientras golpea el coño recién estrenado con sus fuertes caderas. Sin piedad, desgarra de un tirón el modesto vestido y descubre los senos que rebotan. En un impulso los azota con su palma abierta una y otra vez.
    
    Se inclina y muerde los pezones de color rosa hasta hacerla gritar. Las tetas se cubren de esa saliva y Sofía solo puede sentir repulsión e impotencia.
    
    El profanador suelta un rugido y anuncia que se viene. Sofía le suplica que afuera, por Dios. Un último gemido del hombre y procede a expulsar su semilla dentro. Sofía mira para abajo, perpleja. Él mantiene su polla por dentro; es más, la empuja cuanto más puede.
    
    Ella le lanza unos golpecitos, lo patea e intenta empujarlo con sus piernitas. Pero él se mantiene inmóvil, asegurando que cada gota entre a su útero. Un minuto después, mientras Sofía llora desconsolada, finalmente saca su verga del húmedo y cálido agujero. ...
    ... Sale lustrosa y pasiva, trayendo consigo un hilillo espeso y rojiblanco.
    
    Sofía queda rendida en el sofá, con el rostro lleno de saliva y lágrimas. Ensimismada, baja sus manos hasta su vulva y la sostiene, como si intentara frenar ese dolor. Al ver ese cuerpecito enrojecido por los azotes, el deshonor y el choque de la carne, el chico ríe y se viste. Va al baño a asearse y recoge sus cosas para irse.
    
    Antes de abrir la puerta, saca unos cuantos billetes y los arroja sobre la mesita de café, al frente de Sofía en posición fetal. Con un rastro de chanza, le dice: "Toma, por si terminas preñada".
    
    Este era el tipo de cosas que pensaba con mi novia en mente. Una mujer tan dulce y perfecta, ¿cómo podía pensar así de ella? Y con todo, me excitaba. Pero la culpa gana al placer, y pasé días sin salir de mi humilde apartamento. Ni siquiera me asomé a misa.
    
    Llegó el día en que fue suficiente y Sofía comenzó a llamarme. Cada vez que miraba su nombre en la pantallita de mi móvil, no podía sino recordar todo eso. No contesté ninguna llamada. Preocupada, terminó pasando por mí. Hacía sonar el timbre y golpeaba la puerta de metal:
    
    —¡David, contesta por favor!—, alcancé a escuchar—. ¡David!
    
    Me levanté de mi catre y abrí despacio la puerta, revelándole una gran oscuridad.
    
    —Pasa— le dije. Sofía se quedó pasmada, pero desestimó cómo estaba mi apartamento y me dio un abrazo. Apoyé mi cabeza en la de ella, llegando a oler su cabello. La apreté más fuerte cuando eso.
    
    Abrí las ...