1. Abril, una muchacha de aldea


    Fecha: 15/11/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    ... pueblo?!
    
    -¡No! No soy tan puta.
    
    -Por lo que decías pensé...
    
    -Pues pensaste mal, no me lo follé, me folló él a mí.
    
    -¡La madre que me parió!
    
    -¡¿Eres hija de un cura?!
    
    -Tú eres... ¿A qué coño venía lo del Evangelio?
    
    -Al tuyo, mi primo, el Evangelio, tiene una tralla que no se le dobla antes de que te corras de seis veces para arriba. Es como la de mi abuelo.
    
    -¡No!
    
    -¿No, qué?
    
    -¿Te folló tu abuelo?
    
    -¡Que iba a follar! Lo follé yo a él.
    
    -¡Jesús!
    
    -A ese no te lo recomiendo, después de segundo se queda tieso
    
    -Y yo que pensaba que las mozas de aldea se daban a respetar...
    
    -Y nos damos, nos damos. A mí cuando alguien de la aldea me llamaba hija puta, cogía una piedra y le abría la cabeza.
    
    -¡Qué bruta!
    
    -Sí. ¿Verdad? Llamarme hija puta... Si aún no lo fuera...
    
    Rosa le dio a la cabeza.
    
    Bueno, por lo menos ya sabes que un orgasmo es correrse.
    
    -Si. Pero raros sois. A saber cómo le llamáis a tirar la pera.
    
    -¿Qué es tirar la pera?
    
    -¡¿Y tú fuiste a la escuela?! Tirar la pera es rascarla tú sola hasta que te corres.
    
    -Masturbarse.
    
    -Pues sí, te turbas más, más y más, hasta que te corres.
    
    La dejó a su aire.
    
    -¿Cuántas vece llegaste al clímax tirando la pera?
    
    -¡Que retorcido es el lenguaje de la ciudad! En la aldea no decimos llegar al clímax. Decimos, el clima está para llegar, aunque a decir verdad, a mí me da igual que llueva o que haga sol, cuando me pica la rasco.
    
    Rosa tanteó a Abril.
    
    -¿Te comieron alguna ...
    ... vez las clavelinas? Pero bien, bien comidas.
    
    -El cerdo de mi vecino.
    
    -¿Y?
    
    -Y después le corté una oreja con la hoz.
    
    -La tetas, mujer, las tetas.
    
    -No sería mala idea, pero no tenía, era un cerdo macho.
    
    -Quería decir si alguien te comió las tetas bien comidas.
    
    -El Evangelio.
    
    -¿Y la margarita?
    
    Abril sumó dos y dos.
    
    -¿La margarita es el coño?
    
    -Sí. ¿Te la comió el Evangelio?
    
    -No, me lo comió la Ambrosia.
    
    -Un bomboncito.
    
    -Eso dijo ella con la boca llena de leche.
    
    -Fujo.
    
    -Flujía, flujía de su boca a la cama.
    
    A Rosa le dio la risa.
    
    -¿Quieres qué juguemos tú y yo?
    
    -¿A comernos los coños?
    
    -Y a tirarnos la pera.
    
    -A falta de caldo, buenas son sopas.
    
    Abril cerró la puerta de la habitación con llave. Sin besarse ni acariciarse, se desnudaron mutuamente. Rosa estaba buenísima. Tetas tirando a grandes, culo grande, coño peludo... Abril estaba entrada en carnes. Sus tetas eran inmensas e inmensas eran sus negras areolas y sus pezones, su coño parecía una selva negra. Estaban las dos para devorarlas, que era lo que iban a hacer, devorarse entre ellas. Rosa empujó a Abril que se dejó caer boca arriba en la cama. Se echó encima de ella. Se besaron con lengua. Después, Rosa, le besó, lamió y chupó tetas y pezones, para luego meter su cabeza entre las piernas. Abril, al sentir la lengua de Rosa trabajando su coño, comenzó a gemir. Lidia, la dueña de la casa, que iba a hablar con la nueva sirvienta, sintió sus gemidos. Abrió la bata de ...