1. Una satisfacción contenida.


    Fecha: 15/11/2018, Categorías: Incesto Autor: Danino, Fuente: CuentoRelatos

    Tengo 37 años. Mi esposo, 55 años. Llevamos una vida bastante cómoda en lo económico, pero afectivamente carecemos de sentimientos, ambos.
    
    Cuando a los veinte años, lo conocí, me impresionó su presencia y carácter. A pesar de las diferencias en edad, mi familia aceptó el inmediato casamiento. Pasaron unos años y cambió su carácter y se convirtió en un hombre huraño y déspota. No pudimos tener hijos y se opuso a que hiciéramos tratamientos o estudios para encontrar soluciones. Soy una mujer bastante atractiva, con un buen cuerpo y carnes firmes. Pero a él, parece no motivarlo en absoluto, a pesar de mis devaneos ni insinuaciones. Noto que los hombres me consideran atractiva y me observan con intenciones pecaminosas.
    
    Sexualmente me siento insatisfecha, pero nunca pensé en una infidelidad de mi parte. De parte de Alberto, mi esposo, tengo mis sospechas. La empresa de la familia, tiene oficinas en Devoto y los depósitos en Flores; próximo a nuestro domicilio.
    
    Además de los empleados de ambas instalaciones, hay 2 muchachos con domicilios cercanos, que vienen por las mañanas a mi casa y junto a Alberto van a las oficinas, en Devoto. El mayor de aproximados 25 años, se llama Bruno y el más joven, le dicen "Chelo".
    
    Días atrás, estábamos desayunando y mi esposo les dijo a los muchachos que el fin de semana se ocuparan de atender las tareas, porque el viajaría a Córdoba por unos asuntos pendientes. El lunes al mediodía, estaría de regreso.
    
    — ¿Viajarás a Córdoba y no me ...
    ... dijiste nada? — pregunté con tono desconfiado.
    
    — No tengo que darte explicaciones de nada. — me contestó de mala manera. — Si te gusta bien. Si no, me da lo mismo.
    
    Tanto Bruno, como Chelo, bajaron la vista y disimularon la grosería como si no hubieran escuchado nada. Mi esposo siguió hablando del trabajo, desatendiéndose de mis palabras.
    
    Escondí mi disgusto por la grosería y seguí sirviéndoles el desayuno en silencio.
    
    Alberto, salió temprano el viernes sin siquiera saludarme.
    
    Más tarde, llegaron los muchachos por las llaves y me llamaron por el portero más temprano que de costumbre. Me puse una bata de toalla y bajé a ofrecerles desayunar antes de irse al trabajo.
    
    —No quisiera que se moleste, Daniela —me dijo Bruno.
    
    — No es molestia — contesté —tengo tiempo de sobra y yo también tomaré un café.
    
    —Le pido disculpas por haber sido testigos involuntarios del altercado entre Alberto y Ud. — comentó Bruno, quien es el que lleva la voz cantante entre ellos.
    
    —A veces— dije en voz tenue— pasan esas cosas en un matrimonio.
    
    —Creo que Ud. señora, es una mujer tan bella y bondadosa, que no merecía ese trato— contestó, mirándome a los ojos.
    
    —Te agradezco el cumplido y sepan disculparme el mal momento del otro día−dije ruborizándome algo.
    
    La presencia de estos 2 jóvenes que (yo notaba) me estaban admirando y disfrutaban observando mi figura, me hizo sentir bien y bajo la bata, mi piel cubierta solo por un liviano camisón corto, se erizaba extrañamente. ...
«123»