La Fascinación de lo Desconocido - Relatos Eróticos

La Fascinación de lo Desconocido

... siguiente gemido. Mis caderas cobran vida propia buscando intensificar el roce, una de mis manos aprieta mis pechos, se turna entre un pezón y el otro, mientras que la restante acelera el ritmo generando que mi clítoris vibre de placer, los gemidos hacen eco en la ducha, las gotas recorren mi cuerpo entero estimulando cada parte que tocan, mis caderas aceleran su baile, aprieto fuerte uno de mis pezones mientras el ultimo gemido sale de mi boca y retumba con fuerza generando un erótico eco, mi coño se contrae y me regala un fuerte orgasmo, generando que mis rodillas cedieran y me obligaran a arrodillarme en el suelo. El agua sigue cayendo por unos minutos, el ruido que genera la regadera es muy agradable, puedo pasar horas en esta posición, en este lugar, pero tomo la decisión de ponerme en pie y salir.

La imagen que miro frente al espejo es bastante deprimente, me encuentro pálida, perdí algo de peso y las ojeras no ayudan en nada, seco mi cabello lo mejor que puedo y salgo del baño. Lo primero que noto es la ausencia de esos enormes ojos amarillos que me seguían mientras buscaba lamer las gotitas de agua que bajaban por mis tobillos cada que salía de la ducha y el corazón me da un vuelco, no puedo seguir aquí, rápidamente me pongo lo primero que encuentro, un hoodie enorme colgado en el perchero, me lo pongo sin importarme no llevar ropa interior, al medir menos de 1 metro 60 cualquier cosa me queda enorme, llega casi a mis rodillas, me calzo unas zapatillas deportivas ...

... y salgo casi corriendo de casa.

Ya pasaban las 2.00 am y la primera ráfaga de aire frío me hizo darme cuenta del error que cometí al no haberme puesto unos pantalones largos. Continúo caminando sin un rumbo fijo. La noche está despejada, la luna y las estrellas iluminan las calles, sumiendo todo en un silencio reconfortante. Siempre he disfrutado de la noche, esa paz que reina cuando todos duermen, sin la competencia de autos tocando la bocina, la música estridente de algún vecino o los ruidos de los niños jugando en las calles; problemas inherentes de una vida privilegiada en zonas rurales. El silencio me envuelve, me lleva a caminar en un estado de ensimismamiento, apenas consciente de mi rumbo. Otra ráfaga de aire me obliga a abrazarme, buscando un poco de calor. Sigo caminando hasta divisar la entrada de un parque no tan cercano a mi casa, debí caminar más de lo que creía. No estoy segura de sí fue una buena idea salir sin un plan concreto a esa hora, pero necesitaba escapar. Sé que no debo permitir que las emociones nublen mi juicio de esta manera, aunque mi necesidad por tomar un respiro me hace pensar que mi decisión no fue tan mala.

Tomo asiento en uno de los columpios y me balanceo suavemente, sin saber cuánto tiempo ha pasado desde que salí, no traje mi celular ni mi reloj al salir tan apresurada. Por primera vez en una semana, dejo de pensar...

Una voz masculina me saca de mis pensamientos, causándome un gran susto y haciéndome dar un pequeño respingón en ...