1. Inicio Precoz en el Campo (primera parte)


    Fecha: 05/12/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Aunque no me llamo Francisco, vaya a saber uno porqué, siempre me llamaron Pancho. Esta es la historia de mis inicios sexuales teniendo unos nueve años, y ocurrió varias décadas atrás donde los niños éramos inocentes en demasía. Aburrida niñez la mía ya que siempre viví sólo con mi madre en medio del campo. Mamá era la casera de una pequeña chacra que un matrimonio de ancianos rentaban para siembra y usaban como casa de fin semana muy de vez en cuando. Las únicas caras extrañas aparecían cuando venía gente a sembrar o cosechar, pero mi madre me mantenía en la casa porque le daba miedo que me pasara algo con las máquinas. Escuela no había, por lo que yo era tan analfabeto como mi madre. Recién a los siete u ocho años me dio la libertad de dejarme vagar a mi antojo y salir a cazar pajaritos. Fue así como conocí a Vicente, uno de los tantos puesteros de una gran estancia lindera a la chacra. Debía caminar como quince cuadras para llegar al monte donde estaba su puesto, pero las caminaba gustoso porque siempre se mostró amistoso conmigo y me enseñaba muchas cosas sobre caballos y talabartería. Vicente tendría por aquel entonces unos treinta y cinco o cuarenta años, era un tipo delgado, alto y pelirrojo, con una melena algo ondeada que le llegaba casi a los hombros. En aquellas épocas eso sólo estaba bien visto en los "gauchos". Si bien tenía un aspecto de taciturno y ensimismado, conmigo no lo era. Nunca vi que lo visitara nadie, ni peones ni otros puesteros, tiempo después me ...
    ... vine a enterar que existía un mito sobre que los pelirrojos traían mala suerte y tal vez fuera por ello que lo dejaban tan solo. Todo comenzó una tarde que me invitó a acompañarlo porque debía ir a "abrir" un molino de un bebedero en un cuadro de novillos, que había sido vaciado para reparar una filtración. Acepté con gusto ya que pocas veces podía andar a caballo. Me subió en ancas y fuimos al galope lo que para mí era toda una aventura. Cuando llegamos, Vicente se bajó y me dejó dar vueltas con el caballo mientras él revisaba la reparación y activaba el molino, con lo cual yo me sentía en las nubes andando a caballo solo por primera vez. Largo rato después, y con el bebedero a medio llenar, me llamó para que volviéramos. Pero en vez de dejarme en ancas, me hizo correr hacia la cruz del caballo y él subió detrás mío. Hoy en día entiendo que eso fue a propósito y me pregunto si él había visto algo en mí para lo que iba a suceder, o simplemente se tiró el lance y le salió bien. La vuelta fue lenta, al paso, y la mano derecha de Vicente sostenía las riendas en mis entrepiernas, con lo cual el mismo movimiento del caballo hacía que rozara mi pito. No tardó en ponérseme duro, lo cual a esa edad me solía pasar espontáneamente, sin saber porqué, y en esas ocasiones me gustaba apretármelo hasta que se "dormía" sólo. - Se te paró la pijita- me dijo Vicente a la vez que me la agarraba con su otra mano, haciéndome correr como una electricidad por la panza al tocármelo. - Siempre pasa ...
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