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Inicio Precoz en el Campo (primera parte)
Fecha: 05/12/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... -prosiguió- a mi también se me pone dura cuando ando a caballo, fijate. Y agarrándome una mano me la llevó hacia atrás, hacia su entrepierna. Palpé algo duro y en mi inocencia imaginé que se había puesto algo. - ¿Que se puso ahí?- le dije, suponiendo que sería un palo, lo cual era una idiotez ya que lo apretaba con mis dedos y se notaba que no lo era. - Nada, es mi pija. - ¡¿Tan grande?!- Atiné a decir. - Los hombres grandes tenemos pijas grandes- Me contestó- ¿Nunca viste una? Dije que no, sin dejar de recorrerle con mi mano todo el largo de su miembro, incrédulo sobre que eso fuera lo mismo que la miniatura que yo tenía. - Bueno, si querés, cuando lleguemos al puesto te la muestro así ya conocés una- me dijo a la vez que me sacaba la mano de su pija. Cuando llegamos y bajamos del caballo, mi vista se fue automáticamente a su entrepierna. Se notaba a la legua que seguía parada por la "carpa" que hacía en su pantalón (valga aclarar que en estos lares se usaban unos pantalones muy holgados a los que se les llama "bombacha de campo" en los cuales cualquier erección es doblemente evidente). Vicente desensilló su caballo y se puso a acomodar los arreos en el galpón. Yo lo seguía a todas partes porque me había dicho que me la iba a mostrar y mi curiosidad estaba al tope. Su pija seguía parada y él se dedicaba a hacer cualquier cosa, como si se hubiese olvidado. Supongo que lo hacía adrede y si así fue logró su cometido ya que me ganó la impaciencia y haciéndome de valor le dije. ...
... - ¿No me iba a mostrar su pija? Vicente me sonrió: -¿Tenés ganas de verla, Panchito? - Ud. me dijo - pretexté. - Bueno, vení - me dijo- y agarrando una banqueta petisa, de las que se usan para ordeñar se dirigió hacia el fondo del galpón donde había una especie de mesa de trabajo y una ventana lateral de donde entraba buena luz. él se quedó parado con las nalgas apoyadas contra la mesa y puso la banqueta muy cerca de sus piernas. - Sentate que ahora vas a conocerla -me dijo- mientras comenzó a sacarse la camisa. Lo hice y quedé con la cara a centímetros de su carpa. -De esto ni una palabra a tu madre -me advirtió- entre varones no hay problemas, pero las mujeres se enojan si los hombres juegan con sus pijas y si se entera te va a cagar a palos. Asentí entusiasmado porque el secretismo le daba un toque de complicidad. Por fin Vicente desabotonó sus bombachas y las dejó caer. Como no llevaba ropa interior, todo el espectáculo quedó a mi vista. Esa imagen nunca la olvidaré. Como su pija se disparó para quedar pegada a su abdómen, la vista era toda vertical. Desde una enmarañada mata de pendejos colorados salían hacia abajo dos huevos muy colgantes, como pocas veces vi, se evidenciaba claramente la forma de cada uno a través de la fina piel del pálido escroto casi lampiño, con vello sólo en el nacimiento. Hacia arriba de esa mata, el largo tronco de su también pálida pija, con un entramado de venillas azules y con media cabeza asomando de su prepucio. No era uniforme, tenía un ...