1. Travesuras con mi hermanita en el autobus


    Fecha: 18/12/2018, Categorías: Incesto Autor: LadyClarisa, Fuente: SexoSinTabues

    ... infantil que me puso la carne de gallina. Nunca antes había mirado a Darla con algo que no fuera afecto fraternal, pero extrañamente, tenerla así de cerca se me hizo un poco extraño. De mí se apoderó una sensación de querer ser bueno con ella, de protegerla y de tocarla. Esta última era más peligrosa. No obstante, mi corazón se aceleró cuando la idea me sedujo por un momento. Discretamente coloqué mi mano derecha sobre el vientre de la niña. Descubrí la piel de su vientre y comencé a trazar círculos con mis dedos alrededor de su ombligo. Ella comenzó a jugar abriendo y cerrando las piernas sin dejar de mirar mis fotos. Tenía cientos de ellas. Navegó hasta otra carpeta donde guardaba fotos que las chicas me pasaban. —No veas eso —le dije como en broma. Vi que su cara enrojecía. —Puerco —rio, y siguió mirando. Las muchachas estaban desnudas, con los senos grandes y deliciosos mojados por su saliva. —¿Todas estas son tus novias? —No todas. Cuando una chica gusta de un chico, a veces le manda fotos. —¿Yo también tendré que mandar fotos de mis pechos a algún chico? Me reí. —Creo que sí, pero cuando los tengas. Apenas estás plana. —No es verdad. Me han crecido un poco —se acarició el busto plano. Me reí y mi caricia en su vientre bajó un poco más, tentando el elástico de su short. Tragué saliva y bajé un poco más, hasta meter una mano un par de milímetros dentro de su ropa. Quizá a Darla le incomodó. Se dio media vuelta, quedando ahora de espaldas. Sus nalgas eran magníficas y ...
    ... tensaban la tela de su ropa como si quisieran salirse de su atadura. Sus glúteos se dividían con la tela. —¿No llevas ropa interior? —le pregunté, sobándole tiernamente la espalda. —Nop. Me incomoda. —Oh —tragué saliva, nervioso—. Yo tampoco tengo ropa debajo de mi bermuda, así que no te muevas tanto o vas a aplastarme la polla. Soltó unas risitas tiernas y siguió mirando mis fotos. Poco después se aburrió. Me devolvió el celular y se acomodó en la misma posición que antes. Su cabeza descansaba sobre mis piernas. —Acicálame el pelo, Alex. Me relaja. —Está bien. Hice lo que me pidió, y jugué con el lóbulo de su oreja. Después bajé con mis dedos hasta su cuello. Sobé sus delicados hombros asomándose por la blusa y luego sus costillas. Ella sonrió. Su piel era cálida al tacto. Tragué saliva otra vez, y sin querer, mi miembro comenzó a atormentarse con la sangre que corría a través de él. —Esto se está moviendo —dijo Darla, levantándose y sentándose en su silla. —Me despertaste una erección. —¿Erección? —todavía estaba adormilada. Estiró sus brazos y respiró profundo. Ya estaba atardeciendo, por lo que el autobús tenía que apagar las luces para dejar que los pasajeros durmieran a gusto. Pasó como media hora. En ese tiempo, no dejé de pensar en Darla. Tenía sólo diez años y ya era una deliciosa niña en más de un sentido. Estábamos solos, apartados del resto de los pasajeros en el último sillón. Los respaldos eran altos. Todos dormían. El camión se bamboleaba en silencio. No aguanté ...
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