1. Travesuras con mi hermanita en el autobus


    Fecha: 18/12/2018, Categorías: Incesto Autor: LadyClarisa, Fuente: SexoSinTabues

    ... pedí, y ella esperó en silencio, con las piernitas cruzadas y mirando hacia la ventana. El hombre salió del baño unos cinco minutos más tarde y pasó sin hacer mucho escándalo. Volvió a su silla y apagó su luz. Ahora si había silencio total. Darla tomó su lugar. —Quítate la ropa —le pedí al oído. —Quítamela tú —pidió, más como ayuda que como otra cosa. Le desabotoné los broches traseros de la blusa y se la saqué por completo. Maldición, que odiaba lo oscuro que estaba. No podía admirar a plenitud la piel bronceada de su cuerpo. Eso no importó mucho, porque era cálida y suave. Comencé a sudar. Ni siquiera el aire acondicionado logró bajarme la excitación de una infantil boca recorriendo mi intimidad. —Espera, Darla. Quítate los shorts. —Nos van a ver. —Todos duermen —dije. Ella obedeció, y de repente la nena estaba desnuda en la silla del autobús. Apunté la lámpara hacia su cuerpo, y admiré lo bonita que era. Estaba riéndose, mostrando un par de lindos dientes de leche y un hoyuelo coqueto en su mejilla derecha. Sus senos aun no brotaban. Sus piernas gruesas estaban apretadas, conteniendo su delicado sexo de mi vista. Alcé la mano para tomar mi mochila de arriba del compartimiento y la puse a mis pies. Saqué una sábana gruesa, sólo por si las dudas. Recliné el asiento para atrás. —Súbete —le indiqué. La travesura que estábamos haciendo le divertía mucho a Darla. Apurada, se colocó a horcajadas sobre mí. Sentí el calor de su vagina abrazar la carne dura de mi polla. Sus ...
    ... brazos se enredaron alrededor de mi cuello. Coloqué mis manos en sus caderas y la hice bajar hacia mí. No estaba penetrándola, claro, pero ganas no me faltaban cuando mi glande se rozaba con la separación de su raja. Al fin pude tocarle las nalgas, y no estaban suaves, sino duras y firmes. Tenía un mejor trasero que muchas chicas que mi edad. Se inclinó hacia mí, de modo que el sudor de su cuerpo se pegó al mío. Yo estaba más preocupado de que nadie nos viera, así que miraba al pasillo a cada rato. Por momentos observaba la cara de Darla, y notaba esa coqueta sonrisa, esa señal de que estaba haciendo algo indebido, pero que se estaba saltando las leyes de la moralidad. Conmigo, con su hermano. Con un hombre de 18 años. —¿No te has cansado? —le susurré. —No —sonrió—. Me gusta. Me está haciendo cosquillas. —Oh, dame un beso —le pedí, y ella accedió. Sus labios estaban calientes y suaves. Su lengua retozó dentro de mi boca con la misma violencia que mis manos acariciaban su espalda y sus nalgas redondas. Era la gloria. De repente la luz volvió a encenderse. —Abajo —le dije a Darla, y ella se lanzó a su silla. Estaba desnuda, así que le tiré la sábana para que se tapara por completo. Yo me coloqué la mochila para tapar mi pene y fingí dormir. El viejo maldito de la otra vez volvió a salir del baño. Se fue a su asiento. Darla asomó la cabeza. —¿Se fue? —Sí. Ven. De un rápido movimiento, volvió a ponerse sobre mí. Ahora mi polla apuntaba a su entrada rectal, y esa estrechez me hizo ...