1. Beto Cienfuegos: un culo en la terraza


    Fecha: 23/12/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Stoner, Fuente: CuentoRelatos

    Cuando no hay plata para salir de vacaciones mal no viene una terraza para tostarse un poquito y eso era lo que hacía, relajadito y sin apuro, durante aquel verano que pasé en mi casa. A la hora de la siesta subía con la reposera y la heladerita llena de hielo y algunas bebidas, me bañaba en bronceador y me tiraba como una iguana al sol a ver pasar la vida en ese cachito de Parque Patricios, mi barrio. En eso estaba una tarde cuando de pronto entró a la terraza la nueva vecina.
    
    Se llamaba Angélica y el nombre le hacía justicia: era una ricura de pelo castaño, tez blanca con algunas pequitas, rostro de delicados rasgos, ojazos celestes y naricita fina y respingada. Pero lo que no era angelical, según se lo viese, eran sus grandes tetas y su terrible culo; sucedía que Angélica era una mujer alta y grandota, aunque no gorda, de pronunciados atributos. Y si a eso le sumábamos que era simpática y afable, con vocecita de nena y un poquitín tímida, teníamos una dulzura que te la ponía dura ni bien la veías. Una tipa con ese cuerpo, en mis tiempos de joven hubiese sido considerada una flor de vedette o algo por el estilo.
    
    - Buenas tardes, señor Beto – me saludó respetuosamente y con una dulce sonrisa. Sostenía en sus manos una palangana de plástico llena de ropa mojada. Llevaba una musculosa desteñida suelta de la que no obstante sus tetazas sobresalían, una larga pollera estampada y unos gastados suecos de corcho.
    
    - Si me tratas de usted ya arrancamos mal – respondí con mi ...
    ... mejor sonrisa, sin moverme de la reposera en la que me hallaba tirado.
    
    Contemplando ese camión de mujer se me vino a la cabeza la imagen de su marido, el pancho Rigoberto. Con ese nombre era casi un deber cagarle la jermu. Como si me hubiese leído el pensamiento, ella dijo:
    
    - Si, Rigoberto también me lo dice, pero no sé, me cuesta tutear…
    
    Estuve a punto de responderle con una alegre guarangada, pero en cambio me limité a sonreírle una vez más. Noté que la bella señora se turbaba al observarme en cueros, como si se tratase de una adolescente, y apartaba la vista nerviosamente de mi pecho. Entonces se alejó hacia las sogas. Una vez allí, se agachó para apoyar la palangana en el suelo y su tremendo culo quedó en pompa. Mierda, me dije, amén de ser absolutamente excitante, había que tener herramienta para entrarle a semejante pavo, y el petiso se me alborotó.
    
    Angélica empezó a colgar la ropa y se agachaba graciosamente, sin esfuerzo alguno, sacando culo cada vez que lo hacía, mientras tarareaba distraídamente una melodía. Pero el sol empezaba a pegar fuerte, entonces me dije que el mundo es de los valientes y decidí mandarme.
    
    - ¡Que calor que hace, eh! – Exclamé parado detrás de ella - ¿Queres una cervecita?
    
    Angie se dio vuelta sonriente.
    
    - No, gracias, Beto. No soy de tomar alcohol.
    
    - ¿No tomas nada de alcohol? – inquirí.
    
    - No –negó con un movimiento de cabeza -, es que yo hice deporte hasta hace poco y bueh, de eso nada.
    
    - Te puedo ofrecer una coca ...
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