1. Beto Cienfuegos: un culo en la terraza


    Fecha: 23/12/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Stoner, Fuente: CuentoRelatos

    ... – dije levantándole la pollera hasta la cintura. Sus piernas eran tersas, suaves y tibias. Acaricié sus muslos hasta llegar a su bombacha blanca. Se la aparté a un costado y rápidamente saqué mi carajo al palo y empujé para tantear el terreno. Pero ni bien el cabezón se mandó entre esas nalgas blancas y gordas, encontró un agujero caliente y húmedo donde alojarse. Entonces empecé a bombearla suavemente mientras mi vecina, echada hacia adelante y con el culo en pompa, encajaba con gesto estoico mis embates.
    
    El petiso, tieso como estaba, se encontraba a las mil maravillas rompiendo ese delicioso y caliente agujero. Pronto fue penetrando a fondo y el placer mutuo aumentaba. Entonces Angélica se tomó de la baranda con fuerza y su rostro se contrajo en una expresión dolorosa y terriblemente placentera.
    
    - ¡No pares, Beto, no pares…! – gimió.
    
    Adiviné que la Angélica se empezaría a correr como una atorranta. Y por supuesto que no pensaba detenerme, aunque debía contenerme porque la verdad era que estaba por subirle los pibes al techo en cualquier momento. Entonces Anyi abrió la boca y cerró los ojos con fuerza emitiendo un ahogado gemido de placer. Mierda que si gozaba esa mujerona, me dije aflojando con los embates, a ver si le llenaba la cocina de humo.
    
    Angélica quedó exhausta, apoyada sobre la baranda del balcón y yo aproveché para retirar al chino tuerto. Yo no había acabado, por lo que la tenía más dura que el obelisco en una noche de invierno, pero eso no me ...
    ... preocupaba. Ya se me ocurriría algo, je.
    
    Ni bien terminé de decirme eso, escuchamos pasos en la escalera. Fija que alguien subía a la tarraza. Como el que anticipa triunfa, me aparte de la culona de Angélica y subiéndome los cortos me fui a los saltos hasta el cuarto de las cosas viejas que en ninguna terraza de casa cristiana ha de faltar y me metí ahí quedándome quietito.
    
    Observando por entre las maderas de la puerta del cuartito, vi aparecer en la terraza al siome de Rigoberto, su marido. Busqué con la vista a Anyi y ya estaba fresca como una lechugita, colgando ropa como si nada. Se saludaron tibiamente y Rigobert le dijo que la esperaba abajo. Yo no podía acercarme mucho a la puerta no solo por temor a que el cornudo me descubriese sino porque el tremendo palo que llevaba me impedía acercarme demasiado.
    
    Una vez que el cornelio desapareció escaleras abajo, Salí del cuartito. Bajaría con Anyi. Ella me agradeció el gesto. Tomé mi heladerita, la palangana vacía y nos dirigimos a las escaleras. Ella vivía en el primer piso y yo en la planta baja, por lo que me quedaba de paso. Entonces Anyi se me adelantó y se sentó sobre uno de los escalones.
    
    - Esperemos un poco. Estoy cansada – dijo levantando su mirada hacia mí.
    
    Quede sin proponérmelo parado junto a ella, aunque su cabeza quedó a la altura de mi entrepierna. Y antes de que yo pudiese decir algo, ella bajó mis pantaloncitos de futbol dejando al aire a mi carajo bien tieso y luego de tomarlo con una de sus manitas y ...