Mi encuentro con el oficial #2 - Relatos Eróticos

Mi encuentro con el oficial #2

... labio, intentando no sonreír demasiado.
—Sabes que no todo el mundo recibe este trato especial.
—Lo sé… por eso pienso aprovecharlo.

Nos quedamos hablando un buen rato, mezclando bromas, confesiones y miradas que decían más que las palabras. Y aunque el favor del carro todavía estaba pendiente, esa noche ambos sabíamos que estábamos ahí por algo más.

—¿Sabes qué es lo peor de todo? —dijo él, inclinándose apenas hacia mí, lo suficiente para que sus palabras fueran solo para mis oídos.
—¿Qué? —pregunté, como si de verdad no supiera por dónde iba.
—Que cada vez que hablas… me dan menos ganas de dejarte ir.

Sonreí, ladeando un poco la cabeza.
—Y yo que pensaba que los policías eran fríos y serios…
—Algunos sí… pero yo tengo un problema: cuando algo me gusta… no sé disimularlo.

—Parece que tienes varios problemas, ¿eh? —bromeé, cruzando una pierna sobre la otra muy despacio.
—Sí… uno de ellos está justo frente a mí, con ese vestido que me está matando.

Me reí, aunque sentí el calor subir a mis mejillas.
—¿Tanto así?
—Tanto que estoy seguro de que me lo voy a acordar más que cualquier operativo que haya hecho esta semana.

Incliné un poco mi cuerpo hacia él, como si le estuviera contando un secreto.
—Tal vez lo elegí pensando que podría encontrarme contigo…
—Ah… entonces es a propósito. —Sonrió de forma pícara—. Eso me gusta aún más.

Sus ojos bajaron sutilmente, recorriendo el borde de mi chaqueta y volviendo a mis labios.
—¿Sabes qué estoy ...

... pensando?
—Me da miedo preguntar… —dije, con una risa suave.
—Que este parque está bien… pero no para lo que yo quiero hacer ahora mismo.

—¿Ah sí? ¿Y qué es lo que quieres hacer? —pregunté, fingiendo ingenuidad.
—Seguir hablando contigo… pero sin que nadie nos mire, sin interrupciones.

Bajé la mirada un instante, como dudando.
—Suena tentador… pero no sé si deba confiar en ti.
—Pues yo creo que ya confías más de lo que quieres admitir. —Su voz se volvió más baja y segura—. Además… sabes que conmigo estás segura.

—¿Y a dónde propones que vayamos? —pregunté, jugando con un mechón de mi cabello.
—Hay un terreno cerca de aquí, tranquilo… sin luces, sin ruido… solo tú y yo.

Me quedé mirándolo unos segundos, dejando que la tensión creciera.
—Suena… peligroso.
—Sí… pero creo que ambos ya estamos buscando un poco de peligro esta noche.

Solté una risa breve, negando con la cabeza, aunque por dentro ya sabía que iba a aceptar.
—Eres muy convincente, ¿lo sabías?
—Solo contigo… y mira que no pienso desaprovecharlo.

Se levantó de la banca, ofreciéndome la mano.
—¿Entonces?
—Entonces… vamos, pero solo un rato.
—Con un rato me basta… por ahora. —me guiñó un ojo.

Nos alejamos del parque caminando despacio, como si cada paso fuera parte de un juego que los dos entendíamos perfectamente. Y aunque no dijimos nada más en voz alta, nuestras miradas se encargaron de terminar la conversación.

Llegamos al terreno después de caminar unos minutos. No había farolas, solo la ...