1. Quiero ser cornudo de mi novia de 21


    Fecha: 20/08/2025, Categorías: Confesiones Tus Relatos Autor: lndr0, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... que jugaba con su cabello mientras hablaba.
    Cuando las luces se atenuaron y la música subió apenas un poco, supe que no había vuelta atrás. El primer roce fue casi accidental: su mano sobre la mía, sus dedos acariciando despacio. Mi pareja lo notó, y lejos de detenerme, sonrió con ese gesto travieso que me desarma. Fue la señal.
    En cuestión de minutos, los cuatro estábamos más cerca, los cuerpos confundidos en la penumbra. Los besos empezaron a cruzarse, suaves primero, intensos después. Mi boca buscaba la de otra mujer mientras, a mi lado, mi pareja se entregaba a las manos y los labios de su compañero. El sonido de los gemidos mezclados me erizaba la piel.
    No había celos, solo deseo multiplicado. Miraba a mi pareja, con los ojos cerrados y el cuerpo arqueado, disfrutando como pocas veces la había visto. Esa imagen me excitaba al límite. Mientras tanto, sentía otra piel contra la mía, otros labios recorriéndome, un calor diferente pero igualmente embriagador.
    Las respiraciones se aceleraban, las caricias se volvían más atrevidas, los cuerpos se mezclaban sin orden ni frontera. Éramos cuatro al mismo ritmo, compartiendo miradas, jadeos y placer. Era como si el tiempo se hubiera detenido y solo existiera el fuego que ardía entre nosotros.
    Al final, exhaustos y sonriendo, nos dejamos caer sobre la cama desordenada. Las manos aún entrelazadas, las respiraciones entrecortadas. No había palabras, porque lo dicho estaba en los cuerpos, en los ojos brillantes y en la certeza de ...
    ... que habíamos vivido algo prohibido, excitante y profundamente inolvidable.
    La noche empezó con algo tan simple como una salida entre risas y copas. El aire era ligero, pero por dentro yo sentía un cosquilleo distinto cada vez que nuestras miradas se cruzaban. Había algo en su forma de sonreír, en cómo me rozaba el brazo cuando se acercaba a hablarme, que me hacía perder el control poco a poco.
    De regreso, caminamos juntos, y la conversación se fue apagando para dejar espacio a los silencios cargados de tensión. Cuando llegamos, apenas crucé la puerta detrás de ella, supe que no iba a poder resistir más. Me acerqué y la besé, con esa urgencia que llevaba guardada toda la noche. Su boca respondió igual de hambrienta, y sus manos se enredaron en mi cabello mientras me empujaba contra la pared.
    El mundo desapareció. Solo existían nuestros cuerpos buscando calor. Mis manos recorrieron su espalda, bajando hasta su cintura, sintiendo cómo temblaba con cada roce. Ella gemía bajito contra mis labios, como si no pudiera contener el deseo que la recorría. Nos dejamos caer sobre la cama, riendo entre suspiros, con esa mezcla de nervios y excitación que solo se siente cuando todo es nuevo y prohibido a la vez.
    Las caricias se volvieron más intensas. Cada beso era más profundo, cada roce más atrevido. El tiempo se alargaba, como si cada segundo quisiera quedarse grabado en la piel. Yo la miraba a los ojos, y en ellos encontraba lo mismo que sentía yo: hambre, deseo y la certeza de que ...