Aburridas
Fecha: 10/08/2017,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... satisfacción, acompañado de otro mandato humillante:
-Que sea la última vez que apareces con un vestido hasta el cuello. Pareces una monja. Me gusta ver y sobar las tetas de la comepollas que tengo arrodillada. –Par continuar girándose hacia mí. –Por hoy me conformaré con las tuyas. Venga, ¿a qué esperas? Ábrete la blusa y enséñamelas.
-¿Cómo? –llegué a preguntar aturdida. Pero no reaccioné como esperaba, reaccioné como ordenaba él. Desabroché los seis botones de la blusa, me quité el cinturón Corsario a juego, y me desabroché los corchetes dorsales del sujetador mostrándole a aquel desconocido, a cualquiera que pasara por allí, algo que solamente había visto Abel desde hacía dieciséis años.
-Buenas tetas, operadas sin duda. Pero son perfectas. Es obvio que has pagado a un buen cirujano. Las tuyas, en cambio, -continuó mirando hacia la mujer arrodillada –no puedo verlas pero parecen naturales. –Había alargado la mano para sobarle una. -¿Lo son? –Sí, respondió abriendo un poco la boca. –No dejes de chupármela si no te lo ordeno.
Nunca me había sentido tan humillada en mi vida. Estábamos al aire libre, relativamente escondidas pero cualquiera que pasara con el coche podía vernos, arrodillada mi amiga, medio desnuda yo, aguantando el tono machista de un sátiro que disponía de nosotras como si fuéramos esclavas romanas.
La felación era cada vez más sonora. Por los esfuerzos de Bibi para alojar aquella enormidad, respirando, sorbiendo, llegando a tener alguna ...
... arcada incluso. Por los gemidos cada vez más continuados, acelerados, del desconocido. Agarró a Bibi del cabello con la mano derecha, yo te ayudo a tragártela entera, para empujar lenta pero sostenidamente su virilidad en la garganta de mi amiga, que se debatía entre salivar, respirar y alojar. A pesar de la tensión en la musculatura de mi compañera, completamente roja en la cara y el cuello, ni ella se retiró ni él retrocedió. Con la nariz de la pobre chica contra su pubis el desalmado aún fue capaz de proferir dos órdenes adornadas por sus jadeos. Aguanta, referido a Bibi, acércate, a mí. Di el paso, sin objeciones. Su mano libre, asió mis pechos, sobándolos, para emitir un profundo gemido, gutural, al inundar la garganta de mi pobre amiga.
La profundidad de la penetración y la fuerza del músculo percutor provocaron que varias arcadas la sacudieran pero aún hoy no entiendo cómo lo hizo para no desalojar aquel pene de su cuerpo. Fue el hombre el que lo retiró lentamente hasta dejar solamente el glande protegido. Cuando mi compañera se apartó para inhalar una profunda bocanada de aire, el caballero tuvo las santísimas narices de afeárselo. ¿Te he dicho que dejes de chupar? Bibi respondió rauda, chupando con desespero, como si acabara de comenzar.
Así estuvimos un rato, sobándome con ambas manos mientras mi amiga no se detenía. Entonces ordenó, límpiame los huevos que los tienes abandonados. Hasta que llegó el colofón de la noche.
-Eres realmente buena. De lo mejor que me ...