1. Aburridas


    Fecha: 10/08/2017, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos

    ... retándome, hasta que asintió, te lo concedo por esta vez.
    
    Afortunadamente los asientos posteriores de un Audi A6 son lo suficientemente amplios para que cupiéramos los tres con relativa comodidad. Que ambas fuéramos mujeres delgadas y que él no estuviera gordo, aunque tenía un poco de sobrepeso, lo facilitó. Mi amiga a la derecha, yo a la izquierda del hombre.
    
    Dejamos chaquetas, blusas y sujetadores en el asiento delantero, mientras caballerosamente alababa nuestros atributos. Empezó acariciando los de Bibi, elogiando su forma y dureza. No has tenido hijos, ¿verdad? Una, pero no le di el pecho. Típico de niñas ricas, soltó con desprecio. ¿Y tú, tienes hijos? Cuatro. ¿Te operaste porque los amamantaste y se te cayeron las tetas o las tenías pequeñas y quisiste hacer feliz a tu marido? Los amamanté, respondí sumisa, incómoda por la alusión a mi esposo.
    
    Chupa, ordenó a su derecha, mientras me utilizaba de asidero, sobándome sin compasión. Bibi obedeció ansiosa, desesperada diría yo, tanto que tuvo que ordenarle que se lo tomara con calma, ya no eres una cría de quince años.
    
    -¿Cuántas pollas has chupado en tu vida? –me preguntó. No sé, respondí con un hilo de voz. –Cuéntalas. –Seis, fui capaz de contestar cuando mi cerebro completó la suma. –Me gusta el número siete, pero te gustará más a ti. Acaríciame los huevos.
    
    Obedecí, mientras mi amiga daba lo mejor de sí misma. Le preguntó si la había echado de menos. Mucho, respondió jadeando sin abandonar su juguete. Sus ...
    ... testículos llenaban mi mano, calientes, pesados, mientras sus dedos pellizcaban mis pezones.
    
    -¿Cuánto hace que no chupas una polla? –me preguntó. Dos días. -¿La de tu marido? –Asentí. -¿Cómo se llama? –Abel. -¿Cuánto hace que no chupas una polla distinta de la de Abel? –Diecisiete años. –Pues ya va siendo hora que cambiemos eso –sentenció mirándome a los ojos.
    
    No fue mi cabeza la que tomó, ni empujó mi nuca. Fue la cola de Bibi la que asió para dejarle espacio a tu amiga. Nerviosa, incómoda por las alusiones a mi marido, pero terriblemente excitada, bajé la cabeza lentamente hasta que sentí el olor de aquel hombre. Me detuve un instante, pero el glande morado, el tronco húmedo, el miembro engreído me atraían como nunca me había atraído nada. Abrí la boca y noté su sabor, intenso. Cerré los ojos para intensificarlo. Y por primera vez en mi vida, cometí un acto abyecto, inusual en mí, del que temí arrepentirme en los días venideros.
    
    Pero no me arrepiento. Mentiría si dijera lo contrario. A pesar de los titubeos iniciales, a los pocos segundos estaba chupando con todas mis ganas. ¿Qué imán escondía aquel pene, aquel hombre, capaz de convertirme en una fulana? Ni lo sé, ni lo comprendo. Pero cuánto más sucia me sentía, más excitada estaba. Suciedad que se tornó en estulticia, en obscena indecencia, cuando la lengua de Bibi apareció a escasos centímetros de mis labios lamiéndole la bolsa escrotal.
    
    Sentí en ese instante el significado del pequeño orgasmo sostenido que mi ...
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