Su carne y mi leche
Fecha: 05/01/2019,
Categorías:
Confesiones
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... dijo:
¡Cómo estás Aldo?, no sabés la noche que pasé, y creo que por culpa del chorizo que me vendiste! Estaba tan rico, jugosito y tierno que me re envicié! Me lo comí todo, mordí toda la puntita y hasta chupé el plato como una perrita!
Mientras hablaba se mecía hacia los costados, sacaba un poco la lengua para lamerse el labio superior, y casi al final separó las piernas y se frotó la argolla con el monederito que solía usar.
Salí de detrás del mostrador con los colmillos afilados, dispuesto a todo. Me le acerqué, la llevé hasta la pared donde está el pizarrón con los precios y ofertas del día, le tiré el monedero al suelo y le re froté el bulto en ese culo infartante en cuanto logré apoyarle las manos en el cemento frío. Ella se reía nerviosa diciendo:
¡uuuy Aldito, me parece que la tenés re dura papi, y creo que ese chorizo me va a gustar más!
Aturdido por los latidos de mi corazón, cegado por el dibujo de las líneas de su tanga en la calza y enterado de que era hoy o nunca, la tomé de un brazo y la llevé con su resistencia al cuartito que solemos usar para preparar milanesas, medallones de pescado, hamburguesas, albóndigas y arrolladitos de pollo.
Ella no hablaba, pero en el camino me pisaba los pies, me pellizcaba un brazo y hacía fuerzas para que la soltara. Pero una vez que entramos y me bajé el vaquero tras clausurar la puerta, ella se arrodilló para oler mi bóxer, morderme la cabecita de la chota sobre la tela y comenzar a gemir complaciendo a ...
... mis oídos en estado de shock.
¡me encanta cómo se te para la pija, siempre me mirás el orto guacho, y te gustan mis gomas pajero de mierda! Tu mujercita no te coge papi?!, decía interfiriendo el sonido de su voz cuando frotaba sus labios en mi tronco antes de bajar por completo mi bóxer y dedicarse a mamarla.
Apenas sentí el calor de su boca la agarré del pelo y le dije que se quede quietita para cogérsela sin tregua, para prometerle una buena atragantada con mi leche y para escucharla incómoda, ya que se le complicaba respirar y eructaba cuando mi glande retrocedía un poquito. Pero al ver su cara bañada en lágrimas la dejé que ella sola me la mame, que me chupe las bolas, que me la escupa con estruendo, que se pegue en la boca con mi miembro y que se la incruste un ratito en el hueco de sus tetas por entre el corpiño.
Entonces, en un arrebato certero y veloz la levanté de los hombros y le apoyé las manos en la mesa llena de pan rallado. Le bajé la calza con tanga y todo, le di unos azotes a ese culo admirable porque no lo podía tener tan blanquito, y cuando noté que se le ponía colorado le abrí las piernas para mirarle la conchita.
Teresa no tenía razón, porque además de estar depilada era un ensueño de jugos al que mis dedos no pudieron desestimar. Cuando le colé dos juntitos la loca se estremeció, gimió y quiso que le ponga aquellos dedos en la boca. Lo hice, pero luego de lamerlos yo. Su sabor era exquisito!
No tenía demasiado tiempo, por más que Roberto me ...