Debajo del puente Gral. Belgrano (Chaco-Corrientes, Argentina)
Fecha: 06/01/2019,
Categorías:
Confesiones
Autor: angelesgrises, Fuente: CuentoRelatos
Eran años de noviazgo, recordado incluso con gran cariño, por ser “el primer amor”, ese que suele desorientar, hacer olvidar de todo lo que te rodea (solo importan dos personas), inclusive, de olvidar responsabilidades primordiales. Tiempos en que la juventud, la pasión, el desenfreno, la falta de criterios en ciertos aspectos y por qué no decirlo de sentido común, reinaban en esa primitiva relación.
Y al hablar de falta de criterios y de sentido común, uno se refiere precisamente a que hay un solo tema de pensamiento: el sexo, esas ganas irrefrenables de saciar el instinto sin importar mucho más.
Con la mencionada, las experiencias sexuales en los lugares más insólitos estaban a la orden del día y en esta ocasión me ocuparé de uno extraño y muy divertido a la vez.
Éramos de una ciudad vecina a la Ciudad de Corrientes y los que la conocen sabrán que en uno de los ingresos a la misma, a la vera del Río Paraná se impone la presencia del Puente General Belgrano quien la une con la Ciudad de Resistencia, Capital de la Provincia del Chaco.
Las monumentales columnas que sostienen al puente se dejan ver desde extensas distancias, queriendo autoproclamarse desde siempre, como una de las obras más monumentales del norte de nuestro país.
Convocando a quienes lo conocen y en especial a los que lo conocieron hace un par de años atrás (cuando la fastuosa Costanera Sur aún no había sido concebida), debajo del mismo, en especial en horarios nocturnos, se convocaban parejas ...
... en los más diversos vehículos buscando la complicidad de la oscuridad, con el condimento que le daba el ambiente que allí se palpaba como en ningún otro lugar de la capital correntina (y del país, posiblemente), a fin de alimentar a los más placenteros instintos amatorios. Casi siempre provistas, de las populares “heladeritas” con los más variados tipos de bebidas, que amenizaban la situación.
Enterados oportunamente de las situaciones sexuales que allí se repetían, en especial los días sábados y provocados por las más variadas fantasías (en especial las voyeurs), decidimos ir y tratar ver en principio, que sucedía.
Nos preparamos durante toda la semana, teniendo largas conversaciones al respecto, provocándonos sorprendentes calenturas, lo que nos llevaba a agudizar el ingenio para lograr calmarla en los lugares que nos permitían saciar el erotismo y los ratones que surgían y crecían motivados por nuestras charlas.
Como decía, eran sorprendentes las sensaciones que tuvimos toda la semana previa, lo que nos generó una ansiedad indescriptible.
Y el día sábado llegó. Mi viejo, como otras tantas veces me prestó el auto, un Peugeot 504, modelo 1981, impecable, techo corredizo, enormemente confortable, toda una joya.
A la hora prefijada la pasé a buscar, golpeé las manos y casi inmediatamente acudió a mi llamado con una amplia sonrisa, vestida elegantemente con una minifalda, blusa y sandalias al tono. De solo verla, la imaginación me llevó a recónditos lugares donde ...