1. Yegua domada (3)


    Fecha: 12/01/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anabella, Fuente: CuentoRelatos

    ... transparente. Cuando me sintió, levantó el rostro para decirme:
    
    —Me pegaste delante de todas… Y le diste mi blusa a Leticia…
    
    Como me pasaba habitualmente, sus palabras, en lugar de moverme a consideraciones, me dieron más bronca aún.
    
    —¿Y qué tenés para decir? —la desafié.
    
    —No tenías necesidad… —continuó— Sabés que te quiero mucho y que te respeto.
    
    No quería seguir esa charla, más teniendo pendiente lo que ambos sabíamos.
    
    —Pronto se nos va a acabar la plata que guardaste de tu trabajo y vamos a tener que empezar en serio. Ya oíste lo que le dije a las chicas; así que preparate.
    
    Me senté a su lado y, como de costumbre, encendí un cigarrillo. Cuando más tiempo perdiéramos, más difícil sería para los dos, así que me desprendí la bragueta, la agarré de la cabeza y la puse a sobar. Al rato empecé a empujarle la cabeza como a mí me gustaba, bajándola y subiéndola; ella ya estaba acostumbrada a todo eso, así que se dejaba hacer. Cuando me di cuenta de que mamá estaba teniendo las primeras arcadas, se la saqué.
    
    —Parate, yegua —le ordené.
    
    Ella me hizo caso; la di vuelta y le bajé las calzas hasta más abajo de las rodillas. Me quedé unos minutos mirando ese culo que volvía locos a tantos hombres, enfundado en una bombacha negra calada; al final, se la bajé también, dejando su ojete al aire. Después me acomodé el slip y el pantalón y le dije:
    
    —Caminá para la pieza.
    
    Ella trató de levantarse las calzas y la bombacha, pero le metí un chirlo, ...
    ... diciéndole:
    
    —Dejátelo así.
    
    Me miró por sobre el hombro con la intención de protestar, pero se dio cuenta de que no era una buena idea. Empezó a caminar dando pasos cortitos, según se lo permitía la ropa que ya se le había caído casi hasta los tobillos. Me di cuenta que iba a meterse en mi habitación, pero la agarré del orto y le dije:
    
    —No, ahí no. Te voy a coger en tu pieza.
    
    Meneó la cabeza, pero siguió caminando sin decir nada. Yo la tomé del pelo con la mano izquierda y le metí el dedo medio de la mano derecha en el culo. Le dije:
    
    —No sabés hacer nada sola, así que te voy a manejar yo. Caminá.
    
    Anduvimos los quince o veinte pasos que faltaban para llegar a su habitación de esa manera. Ella, avanzando como podía, yo sosteniéndola bien del pelo y del orto. Llegamos, la solté por unos instantes y después la agarré por ambos hombros, mientras ella seguía de espaldas. Me afirmé bien y, con la planta del pie derecho, le metí una buena patada en el culo que le dejó mi zapato marcado y la tumbó sobre su cama.
    
    No se dio vuelta; apenas se sacó la calza y la bombacha, quedando en corpiño y remera, y se empinó un poco, dejando ver, aparte de su culo en pompa, esa argolla con pelos en el medio y depilada a los costados, simétrica y palpitante, que había traído al mundo al machote que ahora se la iba a culear.
    
    En tanto, yo me había sacado toda la ropa y mi pija de casi treinta centímetros parecía más grande aún. Me la masajeé un rato y le dije:
    
    —Abrite la concha con las ...