1. El día que tembló la unidad dental


    Fecha: 09/09/2025, Categorías: Anal Autor: yessikitar, Fuente: RelatosEróticos

    O sea, literal, después de lo del coche con mi profesor, mi cabeza era un caos total. Por un lado, el remordimiento de «¿Qué estás haciendo? ¡Virgen hasta el matrimonio, recuérdalo!». Y por el otro, un fuego interno que Sergio había avivado y que no se apagaba con nada. Ni siquiera con mis sesiones maratonianas de porno, que, no les voy a mentir, se habían vuelto mucho más intensas y específicas después de sentir su polla en mi culo.
    
    Él, por su parte, me volvía loca con los mensajes. Fotos de su verga, que ya reconocía como si fuera mía, videos de él jalándosela y diciendo mi nombre con esa voz que me hace derretir… Un día, después de una clase, se me acercó con toda la discreción del mundo y me deslizó un papelito en la mano. «Unidad 4. 6 AM. No faltes.» Ni siquiera me miró al decirlo. Mi corazón empezó a latir a mil por hora. ¿A las 6 de la mañana? ¿En la uni? ¡Eso era una locura! Pero decir que no… ni en sueños.
    
    Llegué a las 5:50 AM, con el campus desierto y solo el sonido de mis pasos resonando en el pasillo. Una parte de mí esperaba que no apareciera, que fuera una broma de mal gusto. Pero ahí estaba él, esperándome frente a la unidad dental, con una mirada oscura que nada que ver con la de profesor serio. «Pasa,» dijo, y su voz sonó grave, urgente..
    
    Cerró la puerta con llave detrás de mí y de un solo movimiento me empujó contra la puerta, besándome con una furia que me dejó sin aliento. Su barba me raspaba la cara, sus manos ya estaban bajo mi blusa, apretando ...
    ... mis tetas ufffffff rico y con una necesidad que me hizo gemir. «He pasado dos semanas soñando con este culo,» murmuró contra mi boca, y sus dedos empezaron a bajar mi jeans y mi tanga hasta los tobillos.
    
    «Espera…» traté de protestar, pero era una queja débil, porque mi cuerpo ya le pertenecía por completo.
    
    «Calladita,» ordenó, y me dio la vuelta, obligándome a agarrarme al respaldo de la silla dental. La espalda contra su pecho, sentí el duro volumen de su erección presionándome entre las nalgas. Sus manos recorrían mi estómago, mis muslos, para luego separarme las nalgas con sus dedos. Escuché el ruido del lubricante que sacó de un cajón, y un momento después, sus dedos fríos y resbaladizos me estaban preparando, abriéndome, jugando con mi culo de una manera que me hizo temblar.
    
    «¿Ves lo que me haces hacer? ¿En mi lugar de trabajo?» susurraba en mi oído, mordisqueándome el lóbulo. «Eres una nena mala. Una nena que necesita que la castiguen.»
    
    Yo no podía más, ya estaba perdida, aaaaaaaahhhshhshhggg gimiendo y empujando mis nalgas contra sus dedos, pidiendo más. Él alineó su polla, enorme y palpitante, en mi huequito. «Shhh, silencio… Que alguien puede oírnos,» dijo, y con una embestida lenta pero implacable, empezó a metérmela entera.
    
    El dolor inicial se transformó en un placer tan intenso y prohibido que creí que me desmayaría. Agarré la silla con todas mis fuerzas, ahogando mis gritos en el antebrazo. Él empezó a moverse, con un ritmo brutal, cada embestida ...
«12»