El día que tembló la unidad dental
Fecha: 09/09/2025,
Categorías:
Anal
Autor: yessikitar, Fuente: RelatosEróticos
... hacía chirriar la silla dental contra el piso. El sonido metálico se mezclaba con sus gruñidos bajos y mis jadeos ahogados. Él me agarraba de las caderas, clavándome sus dedos, marcándome, mientras su polla me abría de una manera que sentía que me partía en dos.
La idea de que alguien, el conserje, otro profesor madrugador, pudiera pasar por el pasillo y oírnos, solo avivaba el fuego. Cada ruido fuera de la habitación me hacía contraer alrededor de él, y él respondía con una maldición ronca y una embestida aún más profunda. «¿Te gusta que te folle el culo donde vienes a aprender?» me preguntó, su voz distorsionada por el deseo. Yo solo podía asentir, sin aliento, sintiendo cómo otro orgasmo se construía en mi vientre, más potente que el anterior.
Una de sus manos se deslizó hacia adelante, encontrando mi clítoris sensible y lo frotó con precisión cirujana. Eso fue lo que me terminó de volver loca. Me corrí en silencio, con un espasmo violento que me hizo morder mi propio brazo para no gritar, sintiendo cómo me sacudía alrededor de su verga.
Él no tardó en ...
... seguirme. Con un gruñido ahogado que sonó a animal herido, se hundió hasta el fondo y se quedó quieto, derramándose dentro de mí en oleadas calientes que sentí llenarme por completo. Nos quedamos así, jadeando, pegados, tambaleándonos sobre la silla que había sido testigo de todo. El sudor le corría por la sien. Cuando por fin se separó de mí, me giró y me besó con una ternura que contrastaba brutalmente con la fiereza de unos minutos antes. «Tienes que irte,» murmuró, arreglando su bata. «Ahora.»
Me vestí con manos temblorosas, sintiendo su semen escaparse por mis piernas, una sensación cruda que me recordaba lo que acabábamos de hacer. Antes de que yo saliera, él me agarró de la muñeca. «Esto no puede volver a pasar,» dijo, pero sus ojos decían exactamente lo contrario…
Yo solo asentí, con una sonrisa tonta, y salí al pasillo desierto, sintiendo que el mundo había cambiado por completo. Mi determinación de llegar virgen al matrimonio seguía ahí, pero ahora tenía un secreto mucho más caliente y complicado que esconder. Y la verdad, ni un poquito me arrepentía.