ABRIENDO LAS ALITAS 2
Fecha: 13/09/2025,
Categorías:
Gays
Autor: Martian25, Fuente: SexoSinTabues30
... rumbo a las nubes a mitad de las lecciones de la biblia.
Cuando platicaba conmigo mismo me imaginaba que en alguna parte debía haber un Dios bueno, uno que realmente nos quisiera, aunque no sabía dónde encontrarlo ni cómo sería.
Los sábados, las clases de catecismo las tomábamos en una escuela religiosa donde las monjas se encargaban de dar las lecciones de las 9 a las 12 del mediodía. Mis hermanos y yo estábamos en diferentes grupos acorde con nuestra edad. A las pocas semanas de empezar las clases las monjas nos dijeron que nos iban a preparar para hacer la “primera comunión”. No sabía qué era eso, y creo que ni me importaba, yo solo me ocupaba de obedecer a mi madre y a las monjas.
Como parte de la preparación teníamos que aprender a confesar nuestros pecados por lo que teníamos que visitar a un sacerdote al término de las clases. Era algo completamente absurdo, ¿Qué pecados podía cometer un niño de mi edad como para tener que confesarse cada semana?
Las confesiones las hacíamos en un cuartito, con la puerta cerrada, de uno por uno solos con un sacerdote El primer día me tocó confesarme con un sacerdote muy serio y muy joven. En cuanto entré al cuartito, el sacerdote cerró la puerta y me sentó en sus piernas, según él para que le contara mis pecados despacito al oído. Mientras yo intentaba recordar lo que suponía eran pecados para contárselos, la mano del sacerdote se escurrió despacito debajo de mi ropa. Todo el tiempo que durño la confesión, el sacerdote ...
... se encargó de acariciarme el pilín, que por supuesto se me puso bien duro y eso me encantó. En cuanto llegué a casa le dije a mi mamá que me gustó mucho ir a “confesarme” con el padre, claro, sin dar detalles. Estaba aprendiendo rápido a ser como los demás.
Conforme fui creciendo, mi círculo social se fue haciendo más amplio. Empecé a juntarme con algunos niños vecinos de mi edad para jugar y platicar. Por ese tiempo mis juegos eran el trompo, las canicas, los carritos y el fútbol. Pasaba las tardes con mis amigos en un terreno baldío a un lado de mi casa en donde había mucha arena.
Cuando cumplí 9 años ya tenía tres amigos que vivían en la misma cuadra que yo, Lalo, Jesús y Daniel, mi tocayo.
Con el que más tiempo pasaba era con Jesús, a quién su familia le decía “el Chuy”. Era un niño regordete de mí misma edad. Su familia vivía mejor que la mayoría de las familias del barrio porque tenía una tienda de abarrotes en otra colonia. Los fines de semana era común que Jesús fuera a ayudar en la tienda. Lo que más me gustaba de él era que siempre andaba de buenas, le gustaba contar chistes y hacer bromas. Su actitud era muy dinámica y atrevida, fui su cómplice en muchas travesuras. Bueno, también lo apreciaba porque seguido nos regalaba dulces que se traía de la tienda.
La vida no tardó en empezar a darme sorpresas.
Una tarde estábamos el Chuy y yo jugando en la arena cuando él se paró a orinar en un rincón del terreno baldío. A mí, no sé por qué, se me ocurrió ...