1. Sufrí para que mi Madrastra me diera culo, y ahora ella me busca a mi


    Fecha: 15/09/2025, Categorías: Incesto Autor: thormento, Fuente: RelatosEróticos

    ... aunque no entendió todas las palabras, el tono le llegó claro.
    
    Cuando por fin le puse la punta en la entrada, me miró por encima del hombro con esos ojos azules que ya no tenían nada de maternal. «Do it, Antonio… fuck your daddy’s wife».
    
    Y así fue como empecé a meterle mi verga en el culo por primera vez…
    
    La primera embestida fue brutal – ese culo de milf gringa apretando mi verga como si quisiera exprimirme hasta la última gota. Karen gritó en una mezcla de dolor y placer que me puso más duro todavía. «Easy, boy… I’m not as young as your whores», jadeó, pero sus caderas ya empezaban a empujar contra las mías.
    
    El olor a sexo y bronceador llenaba el cuarto mientras la cogía de perrito, agarrando esas nalgas que tantas veces había imaginado. Cada palmada que le daba dejaba una marca roja sobre su piel blanca, y cada gemido suyo me hacía sentir como el puto rey del mundo.
    
    «¿Así te gusta, madrastra?», le pregunté en español mientras le jalaba el pelo.
    
    «Fuck yes! Harder, you little bastard!», gritó, y yo obedecí, acelerando el ritmo hasta que el ruido de nuestros cuerpos chocando se mezclaba con el crujir de la cama matrimonial.
    
    De pronto, Karen se volteó como una fiera y me empujó sobre la cama. «My turn», dijo con una sonrisa perversa antes de montarme como si su vida dependiera de ello. Ver esas tetas maduras rebotando sobre mí, sus manos en mi pecho mientras movía las caderas con una experiencia que solo dan los años, casi me hace venir al ...
    ... instante.
    
    Pero la muy zorra lo sabía. Se detuvo justo cuando sentí que no podía aguantar más. «Not yet, boy», susurró, bajando por mi cuerpo hasta tomar mi verga en sus manos. «Daddy never eats pussy like I need… show me what a young Mexican can do».
    
    No me lo tuve que decir dos veces. La puse boca arriba y me hundí entre sus piernas como un hombre hambriento. El sabor de su concha era más intenso que el de las chicas de mi edad – salado, potente, como si llevara años acumulando frustración. Karen gritó obscenidades en inglés y español mientras le devoraba ese coño que ahora era mío, sus dedos enredándose en mi pelo como anclas.
    
    «¡Sí, ahí, justo ahí, hijo de puta!», gemía, arqueándose violentamente cuando encontré ese punto exacto con mi lengua. Sentí cómo empezaba a temblar, sus muslos apretando mi cabeza como en una prensa, hasta que finalmente explotó con un grito que seguramente escucharon los vecinos.
    
    Pero no había terminado.
    
    La levanté del colchón como un saco de harina y la empotré contra la pared, cerca del espejo del armario. «Mírate», le ordené mientras le volvía a meter la verga, ahora por delante. «Mírate siendo la puta de tu hijastro».
    
    Karen abrió los ojos y se vio reflejada – pelo revuelto, labios hinchados, mis manos manoseando sus tetas mientras mi verga entraba y salía de ella con un sonido obsceno. El espectáculo la prendió más todavía. «Cum inside me, Antonio… I want to feel you», rogó, y esa fue mi perdición.
    
    Cuando me vine, fue con un gruñido animal, ...