1. Tentación prohibida


    Fecha: 19/09/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Alma, Fuente: TodoRelatos

    ... senté sobre él, mis piernas a cada lado de su cuerpo, y sentí la dureza de su erección contra mi muslo.
    
    —Joder, Alma —murmuró contra mi cuello, sus dientes rozando mi piel. —Eres tan jodidamente tentadora.
    
    —¿Y tú? —respondí, mis dedos deslizándose por el borde de sus boxers. —¿Qué haces conmigo?
    
    No respondió con palabras, sino con acciones. Sus manos se deslizaron por mi espalda, desabrochando mi sujetador con una habilidad que delataba práctica. Mis pechos, liberados, se presionaron contra su pecho, y sentí sus pezones endurecerse al contacto con su piel.
    
    El sofá crujió bajo nuestro peso cuando me recosté sobre él, mi falda subida hasta la cintura. Sus dedos se deslizaron por mi muslo, internándose en mi sexo húmedo, y gemí en su boca cuando me encontró ya lista para él.
    
    —Estás tan mojada —murmuró, su aliento caliente en mi oído. —¿Tan rápido, Alma?
    
    —Eres tú —respondí, mi voz entrecortada por el deseo. —Me haces sentir... cosas.
    
    No hubo más palabras. Sus dedos se movieron con habilidad, preparándome para lo que estaba por venir. Y entonces, sin previo aviso, me levanté ligeramente, guiando su erección hacia mi entrada. El contacto fue eléctrico, y solté un gemido ahogado cuando me llenó por completo.
    
    El ritmo fue lento al principio, ambos conscientes del riesgo de ser descubiertos. Pero a medida que el placer se intensificaba, nos volvimos más desesperados. Sus caderas se movían con fuerza, su erección entrando y saliendo de mí con un ritmo ...
    ... constante. El sofá chirriaba bajo nosotros, pero no nos importó. El morbo de ser pillados solo aumentaba nuestra excitación.
    
    —Joder, Alma —gimió, sus manos agarrando mis caderas con fuerza. —Te sientes tan jodidamente bien.
    
    —No pares —respondí, mis uñas enterrándose en sus hombros. —Por favor, no pares.
    
    Y no lo hizo. Continuó moviéndose dentro de mí, su ritmo acelerándose a medida que nos acercábamos al borde. El sonido de nuestros gemidos llenó la sala, pero el ruido de la cocina nos proporcionaba una cobertura precaria.
    
    —Voy a correrme —murmuró, su voz ronca y llena de deseo.
    
    —Yo también —respondí, mi cuerpo tensándose en anticipación.
    
    Y entonces, sin previo aviso, explotamos juntos. Mi sexo se contrajo alrededor de él, y sentí su semen caliente llenándome, sin protección, sin precaución. Nuestros gemidos se ahogaron en un beso desesperado, nuestros cuerpos aún unidos, temblando por el orgasmo.
    
    Pero incluso en ese momento de éxtasis, no pudimos detenernos. El morbo de lo prohibido, la adrenalina del riesgo, nos impulsaba a continuar. Sin salir de mí, me giró, colocándome sobre él en una nueva posición.
    
    —Otra vez —murmuró, sus manos agarrando mis pechos con fuerza. —No puedo parar, Alma.
    
    —Ni yo —respondí, moviéndome sobre él con desesperación.
    
    Y así continuamos, explorando nuevas posturas, nuevos ángulos, cada uno más arriesgado que el anterior. El riesgo de ser descubiertos solo aumentaba nuestro placer, y nos movimos con una urgencia que no conocía ...