1. El amor de mi esclava


    Fecha: 08/02/2019, Categorías: Grandes Series, Autor: charlygaucho, Fuente: CuentoRelatos

    ... hacia un flanco y hacia el otro. Cada tanto su exánime lengua aparecía desesperada dentro de sus labios. Llegó un momento en que sus atormentadas manos se agarraron de sus carceleros anillos y los apretaron hasta que los nudillos emblanquecieron. Sus contraídos pies se alzaron, apoyando sólo las puntas y los dedos, mostrando la superficie de sus plantas en un gesto demostrativo del suplicio que sufría. Esta posición me permitió dirigir las tiras del látigo hacia las sensibles plantas. Cayó un azote sobre su pie derecho. Cambié de lado y castigué el izquierdo. El rictus del rostro evidenciaba el límite del dolor. Cesé el castigo y le brindé generosamente un instante de descanso y recuperación.
    
    Le quité la venda. Ella debía ver y anticipar lo que iba a seguir. Nos miramos a los ojos. Víctima y verdugo transfirieron sus sensaciones en esa mirada cargada de pasión, de dolor, de esperanza, de entrega y de ilusión.
    
    - ¿Cómo estás? Una tenue sonrisa se esbozó entre sus labios.
    
    - Muy dolorida... susurró con una voz queda apoyando la cabeza sobre su hombro. Sus ojos vertían lágrimas sin cesar. El dique estaba roto e iba a ser muy difícil detener esa catarata de llanto.
    
    - ¿Abandonamos?
    
    - Quisiera hacerlo por qué estoy al borde de mis fuerzas. Creo que en cualquier momento me voy a desmayar... pero no llegué hasta acá para abandonar... no soporté tanto sufrimiento y tanto dolor para dejarlo... no me olvido que detrás del infierno de este padecimiento me espera el lecho ...
    ... del placer y quiero llegar y disfrutarlo con vos...
    
    - Entonces, ¿seguimos?
    
    - Ya me entregué y me sigo entregando... sigo siendo tuya... seguí... hasta el final... no pares aunque esté exánime y pierda el sentido… no me voy a entregar…
    
    Me paré frente a ella, descendí los ojos hacia sus tetas, las tomé por su base donde se amorataba la marca del azote, las apreté, tomé los pezones entre mis dedos, los acaricié y sobé repetidamente. Súbitamente los apreté y los retorcí hasta que la castigada carne hizo tope en su posibilidad de torsión, mientras sus convulsiones y sus alaridos impulsaban mi calor interior que se expandía desde mis pelotas hirvientes.
    
    Los dejé, tomé la vara y me coloqué a su derecha. La puse sobre sus atormentados pezones, la retiré, la hice silbar en el aire, volví a apuntar a los pezones y volví a cortar el aire. La palidez de su rostro no podía ser mayor, El tamaño de sus ojos era inconmensurable, el pavor se había apoderado de sus sentidos. No podía creer lo que le estaba pasando y menos lo que sabía que le iba a pasar. Lo peor era saber que le iba a pasar, dónde y cómo, pero ignorar la cantidad. ¿Sería uno, serían diez o tal ni siquiera había cuenta?
    
    Ya le había dado la posibilidad de abandonar. No quiso. Ahora era ella la que lo debía plantear. Apoyé, apunté, la retiré hacia atrás, me apoyé mis pies y rodillas y la impulsé... La vara salió disparada hacia delante, cortando el aire, produciendo un zumbido aterrador. Mis ojos estaban fijos en sus ...
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