1. 🔥 Sudor, Hormonas... y Marcos (2)


    Fecha: 27/09/2025, Categorías: Gays Autor: internauta, Fuente: TodoRelatos

    🏋️ Capítulo 2: Bajo el foco de Diego
    
    No dormí bien esa noche, pensando en lo que había pasado el día anterior. Sentía el cuerpo dolorido, pero la cabeza me iba a mil, recordando las risas, las miradas, todo lo que me dijeron. Y aunque me daba rabia, también me daba un vuelco raro en la barriga. No sabía ni explicar por qué.
    
    Aun así, volví al gimnasio al día siguiente. Pensé que igual me dejarían en paz. Al entrar, los vi entrenando como bestias, con los hierros retumbando, sudor cayéndoles por los hombros anchos. Parecían putos animales, y yo un ratón entre mastodontes.
    
    Me acerqué al banco de pesas y, para mi sorpresa, apenas me soltaron comentarios. Un par de risas flojas de Samuel, algo de Javi señalándome la camiseta que llevaba arrugada.
    
    —Hoy vienes flojito, eh —bromeó Javi, sin más.
    
    Eso fue todo. Me dejaron entrenar a mi ritmo, cosa que me aliviaba. Aunque también me hacía sentir observado, como si hubieran pactado no molestarme demasiado… por ahora.
    
    A mitad de la sesión, me acerqué a la fuente de agua, y Diego apareció detrás de mí. Ni lo escuché venir. Me puse tenso al instante.
    
    —Marcos, cuando acabes ven conmigo —ordenó. —¿Para qué? —pregunté, intentando sonar firme. —Quiero hablar contigo sobre los entrenos —dijo él, y me miró de arriba abajo con esa sonrisa que me ponía los pelos de punta—. Vente a la sala de boxeo.
    
    Me tembló un poco la mano en el vaso de agua, pero asentí.
    
    Diego me esperaba en la puerta de una sala lateral, donde había ...
    ... sacos de boxeo colgados y el eco rebotaba en las paredes grises. Olía a cuero, a sudor, a desinfectante barato. Entré, y él cerró la puerta tras de mí.
    
    Me di cuenta de que estábamos solos. Muy solos.
    
    —A ver, Marcos —empezó él con calma, cruzándose de brazos—. Tú aquí vas a seguir entrenando si yo quiero. Eso lo tienes claro, ¿no?
    
    —¿Perdona? —repliqué—. Yo pago como todo el mundo.
    
    Me lanzó una carcajada.
    
    —Sí, claro. Pero aquí mandamos nosotros. Y tú vas a jugar con nuestras reglas —se acercó tanto que casi noté su aliento, mezcla de chicle y café—.
    
    Me puse tieso como un palo.
    
    —¿Qué reglas? —pregunté, tragando saliva.
    
    Diego me empujó suavemente hacia la pared. No me hizo daño, pero me acorraló.
    
    —Mira, maricón —escupió de repente, en voz baja pero firme—. No te hagas el loco. Sabemos cómo miras. Sabemos que te pones cachondo con todo esto.
    
    —¿Qué dices? —le solté, intentando apartarme.
    
    Me sujetó del hombro.
    
    —No te hagas el duro —siguió—. Tú miras rabos. Te he pillado viéndome el paquete el otro día. ¿Te crees que no me entero?
    
    Me ardieron las orejas de la vergüenza.
    
    —No soy maricón, tío —dije con rabia.
    
    Me miró a los ojos, clavándome como un cuchillo.
    
    —Sí que lo eres. Eres un puto maricón reprimido. Por eso te tiemblan las piernas cuando hablamos. Por eso se te pone la polla dura aunque te insultemos.
    
    Me quedé sin palabras, pero negué con la cabeza.
    
    —No, no soy… —Mira —me cortó—, ni me importa si lo reconoces o no. Pero si vas ...
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