1. Martín el camionero y un chico al que desvirgar


    Fecha: 13/10/2025, Categorías: Gays Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos

    ... golpeándole la parte posterior de la garganta. Pero el cuerpo le respondió con una sacudida involuntaria. Una arcada brutal le subió desde el estómago. Intentó aguantar, cerrando los ojos con fuerza, pero fue inútil: una bocanada de bilis tibia y babas espesas le trepó por la garganta.
    
    Sollozando, se apartó de golpe con un quejido desesperado, y con un impulso torpe se asomó por la ventanilla de la cabina. Escupió con violencia el reguero amargo que le había subido, dejando caer un vómito leve, más espuma y saliva que otra cosa, pero igual de humillante. Después escupió varias veces más, limpiándose con el dorso de la mano mientras recuperaba el aliento, los labios brillando de babas y los ojos aún empañados.
    
    Martín lo miraba desde su asiento, con la polla empapada y venosa sobresaliendo entre sus piernas, y una carcajada grave le sacudió el pecho. Se rió con fuerza, de esa manera ronca y contagiosa que mezclaba burla con cierta ternura sincera.
    
    —¡Hostia, chaval! —resopló entre risas—. Hasta te he sacado la bilis por la boca, macho… Mira que hay ganas, ¿eh? Si vas a tragártela, que no sea con el estómago vacío, por lo menos.
    
    Se incorporó un poco, le revolvió el pelo con una mano grande y áspera, y añadió:
    
    —Eres un animalico, joder. Pero qué arte tienes. Me la has puesto más dura que el cuello de un toro… aunque no hace falta que te mueras por la causa.
    
    Andrés asintió sin decir nada, aún con la cara mojada, sonrojado, tragando saliva para quitarse el ...
    ... sabor amargo. Y sin dramatismos ni vergüenza, volvió a colocarse en posición de faena, arrodillándose en el suelo de la cabina entre las piernas del camionero, esta vez con más calma, más humilde, más consciente de lo que su cuerpo aguantaba y lo que no. Se la cogió con las dos manos y retomó la mamada sin intentar volver a meterla entera.
    
    Ahora se centraba en lo que sabía hacer bien: lamer, chupar la punta, succionar con ritmo, hacerle disfrutar sin perderse en heroicidades. Martín, viéndolo tan concentrado, gruñó de gusto, le echó un brazo por encima y lo atrajo un poco más hacia su pelvis.
    
    —Así… Ahí, sí… Sácale brillo al capullo con esa boquita. Tú tranquilo, que con esa lengua ya me tienes más contento que un cura en un colegio.
    
    Y se dejó hacer, resoplando, acariciándole la nuca con dedos gruesos y sucios de vida, mientras el chaval se esmeraba, consciente ahora de sus límites… y de su poder.
    
    Al cabo de un rato, Martín lo apartó con firmeza, agarrándole del pelo.
    
    —Para… Para, coño. Que como sigas así me corro y aún queda faena.
    
    Andrés jadeaba, con la boca abierta y las mejillas coloradas. Se limpió con el dorso de la mano, tragando saliva, y lo miró como esperando nuevas órdenes. Martín se subió un poco los pantalones, sin abrochárselos del todo, y se levantó. Caminó encorvado hacia la litera que había detrás de los asientos, el pequeño cubículo donde dormía cuando estaba en ruta. Estaba cubierta por una manta gruesa de cuadros, arrugada y con olor a ...
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