-
7-Mi novio Daniel
Fecha: 18/10/2025, Categorías: Incesto Autor: nenabeatriz15, Fuente: TodoRelatos
... escucharlas. —Sí —respondí, sin pestañear—. Y más. Mucho más. Él se quedó en silencio, sopesando mis palabras, midiendo la verdad que escondían. Y entonces, con una media sonrisa que me erizó la piel, murmuró: —Demuéstramelo. Fue así como surgió la idea. Invitarlo a cenar. A mi casa. A nuestro mundo. Le dije que hablaría con papá, que lo convencería de permitirlo. Daniel aceptó, aunque no sin cierta arrogancia, como si se sintiera invencible, como si creyera que podía entrar y salir de mi vida sin dejar huella. Pero se equivocaba. Todos lo hacían. Cuando se lo mencioné a papá, ni siquiera parpadeó. Solo sonrió. Esa sonrisa peligrosa que tanto amaba. La que anunciaba tormenta. —Por supuesto —dijo—. Que venga. Que vea con sus propios ojos a quién perteneces. Pero mamá… mamá palideció. —No, por favor —suplicó, con voz temblorosa—. Esto ya va demasiado lejos. No quiero que nadie más entre en esto. No quiero que nos vea así. —Él tiene que saber —le dije, acariciándole la mejilla—. Tiene que entender que no somos una familia cualquiera. Que papá es mi amo, y tú… tú eres nuestra esclava. —Tengo miedo —confesó, bajando la mirada—. Miedo de perder el control. Miedo de que me vea así. Tan… desnuda. No solo en cuerpo, sino en alma. —Eso es lo que somos ahora —intervino papá, firme—. Y si no puedes aceptarlo, entonces tendrás que aprender a hacerlo. Porque no hay vuelta atrás. Mamá cerró los ojos y asintió, derrotada. Sabía que no podía negarnos nada. ...
... Ni a él. Ni a mí. La cena se acercaba. Y con ella, la prueba definitiva de nuestro mundo. Un mundo donde el amor se confunde con el deseo, donde el poder se entrega con un beso, y donde la vergüenza se convierte en placer. Y todo, absolutamente todo, estaba a punto de tomar un nuevo rumbo. Extrafamiliar. Papá había preparado cada detalle con una precisión obsesiva, como si estuviera orquestando una ceremonia ancestral que solo él conocía. Mamá no era ya una mujer, sino una ofrenda viviente. Su atuendo era sencillo, pero profundamente simbólico: un corsé ajustado que elevaba sus senos hasta casi tocar el cielo, un tanga negro que apenas cubría lo necesario, y una cadena fina que colgaba entre sus muslos, rozando su sexo con cada paso. Sus muñecas estaban unidas por un collar de cuero negro, como un recordatorio constante de que no tenía voluntad propia. Sus labios pintados de rojo oscuro, sus ojos bajos, su postura: todo en ella gritaba sumisión. Y Daniel no podía salir de su asombro. La miraba como si fuera una aparición, como si estuviera viendo a una diosa caída del Olimpo, herida y entregada. —No puede ser… —murmuró, sin apartar los ojos de ella—. ¿De verdad está así por elección? Papá sonrió, esa sonrisa lenta, cargada de orgullo y posesión. —Ella vive para esto. Para servir. Para ser vista. Para ser usada. Mamá permanecía arrodillada en el centro del salón, con las mejillas ardiendo de vergüenza, pero también de deseo. Sus respiraciones eran cortas, ...