1. Aventuras con mi hijastra la excursión


    Fecha: 03/11/2025, Categorías: Hetero Incesto Sexo con Maduras Autor: SERRANO V4, Fuente: SexoSinTabues30

    ... Astrid. Era una invitación silenciosa a seguir adelante con alguna ocurrencia, una broma juvenil a expensas de su amiga, aprovechando su evidente incomodidad. Camila captó la señal de inmediato. Su sonrisa se ensanchó un poco más y añadió: “Podríamos averiguar cómo se ve puesta, ¿no crees?”. Y entre las dos, levantaron la falda de Astrid, revelando sus piernas cubiertas por medias blancas. Astrid soltó un grito ahogado e intentó bajar su falda, pero ya era tarde. Por la sorpresa del repentino ataque, sus piernas se abrieron ligeramente, dejando entrever por un instante su vulva infantil. El secreto quedó expuesto: no llevaba puestas sus bragas. Un silencio incómodo llenó el coche. Astrid, con el rostro enrojecido, Michelle y Camila intercambiaron miradas nerviosas, conscientes de que habían cruzado un límite. En ese momento, Astrid clavó su mirada en mí, encontrando nuestras miradas por el retrovisor, sus ojos llenos de una mezcla de vergüenza y desafío. Un escalofrío me recorrió la espalda al recordar la ropa interior de Astrid, doblada en el bolsillo de mi pantalón. Astrid, en su intento de recuperar la compostura, olvidó por completo bajar su falda, permaneciendo expuesta ante la mirada atónita de sus amigas. Un silencio incómodo llenó el aire, roto solo por la respiración agitada de Astrid. Michelle y Camila intercambiaron miradas, con una mezcla de sorpresa y picardía. «¡Astrid!», exclamó Michelle, con una sonrisa burlona. «¿Dónde están tus chones?». Astrid, con el ...
    ... rostro enrojecido, solo atinó a decir: “Papá, vamos, ya es muy tarde y hay que pasar por mi mamá”. Su voz temblaba ligeramente, intentando recuperar la compostura. Camila, con un gesto rápido y discreto, le hizo señas a Astrid para que se acomodara la falda. Mientras Astrid intentaba bajarla, Camila le ayudó, alisando la tela y asegurándose de que cubriera sus piernas. Luego, con una naturalidad forzada, le susurró al oído: “Cruza las piernas, Astrid. No queremos que tu papá vea nada”. Michelle, antes de devolver las prendas a la bolsa, extendió con renovada curiosidad todo el conjunto de lencería negra sobre sus piernas. Sus ojos danzaron sobre el delicado encaje del sostén y la mínima expresión de tela de la tanga; luego, sus dedos trazaron el bordado, y con un tono cargado de anhelo, murmuró: “Qué bonito es… Ojalá alguien me regalara algo así alguna vez”. En un gesto audaz, tomó el liguero y, sin dudar, lo deslizó sobre la falda de su uniforme escolar, ajustándolo a su cintura. Sus ojos se alzaron entonces, encontrándose con los míos a través del retrovisor. Una sonrisa traviesa floreció en sus labios mientras decía, con una mirada directa y una promesa tácita: “Me encantaría usar ropa así algún día”. Súbitamente, la despreocupación de Michelle se desvaneció. Miró por la ventana y frunció el ceño, una sombra de preocupación cruzando su rostro. “Oigan, creo que ya se nos hizo tarde para llegar a mi casa, ¿verdad?”, comentó, volviéndose hacia Astrid y Camila. Su voz denotaba una ...
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