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Carlos, Anibal y Rafael, mis estudiantes sobresalientes 5
Fecha: 22/11/2025, Categorías: Gays Autor: Anonimo, Fuente: SexoSinTabues30
Me llamo Cristóbal, tengo 29 años y muchos de los que me conocen piensan que soy mucho menor, que ando por los 20 recién. Mido 1.70, mi piel es clara, pero no soy blanco, tengo un buen físico; no hago mucho ejercicio, pero por mi trabajo ejecutivo, siempre estuve bien cuidado. En abril se me dio la oportunidad de iniciar a trabajar como maestro. El día transcurrió; la historia con Rafael había quedado en nuestra intimidad. Ya en casa confieso que sentía la necesidad de escribirle, pero no quería ser imprudente o que se sintiera presionado. Me dije a mí mismo: «Cuando quiera me va a buscar; le gustó lo que hicimos, de eso estaba seguro, solo tocaba esperar». Mi espera se prolongó hasta el jueves, mi día favorito donde podía ver a mi trío en su hora de educación física. Estaba divagando en mi mente con los recuerdos de mis hombres que no me percaté cuando algunos de los chicos se me acercaron a saludar, en vista de la amistad que habíamos logrado durante los festejos de las olimpiadas, acto que me tomó por sorpresa y que fue notado por los chicos que hicieron mofa del susto que me habían dado. El maestro también se acercó a saludar y me dijo: «Ya hablé con los chicos, lo que pasó en Las Vegas se queda en Las Vegas», y todos rieron. Rafael estaba en el grupo, actuaba como si nunca hubiera pasado nada, cosa que me pareció normal. Termino la jornada; estaba conversando en el patio con una maestra, quien me estaba entregando unos documentos, la que me había cubierto el ...
... día lunes, y estaba cobrando el favor. Me tocaba ayudarle con sus planes de clases, pero eso no es importante para esta narración. Apenas ella se alejó, Carlos se acerca a saludar y me dice: «Profe, ya se va a casa». Le respondí que sí, me puede llevar, mi casa queda en su ruta. Esto era cierto, pues el sábado lo llevé después de la fiesta. Asentí y nos embarcamos en el auto. Aprovechando el viaje, hablamos de la fiesta de celebración, comentamos varias cosas y de cómo acabaron cada quien en su casa ebrios. Sin preguntar, me comentó que a Rafael le habían quitado el celular por una semana porque su madre se había enterado por una vecina que no había llegado el sábado temprano, que la casa estuvo cerrada hasta la noche. Eso explicaba que no escribiera, y a buena hora yo no lo había hecho. Él solo había recibido un sermón, pero nada grave. Desde ese día Carlos se convirtió en mi compañero de viaje de regreso a casa; me esperaba cerca del carro y la verdad no me molestaba para nada su compañía. Cada vez fuimos teniendo más confianza, pasamos a conversar de temas más personales, hasta que llegó el día que empezó lo bueno. Ya habían pasado alrededor de dos semanas desde las olimpiadas. Era viernes, último día laboral del mes de noviembre. Estoy contento y más aún cuando veo que ya me esperaba mi compañero de viaje, pero esta vez algo había pasado; se notaba un aire diferente, un cierto silencio. Empecé el diálogo como para entrar en confianza. Finalmente, Carlos me dice: ...