El Jardinero Final - Relatos Eróticos

El Jardinero Final

... lo que quieres, Anne? —preguntó, aunque la respuesta era más que evidente. La apretó de nuevo contra su miembro—. Sabes que podrías tener esto siempre que quieras… siempre que te portes como una buena zorra.

Anne gimió en respuesta, moviéndose con más rapidez, con más pasión. Sabía que estaba completamente en sus manos, pero, al mismo tiempo, había una extraña satisfacción en eso, una liberación en su propia sumisión. Cada insulto, cada orden, la hacía sentir más conectada a su deseo, más desesperada por complacerlo y, en última instancia, por recibir el placer que su cuerpo ansiaba con tanta desesperación.

Finalmente, Michael la detuvo, tirando de su cabello con más fuerza hasta hacer que levantara la cabeza para mirarlo. Anne jadeaba, su respiración pesada mientras intentaba recuperarse.

—Ahora, ponte de pie —le ordenó, liberándola de su agarre. Anne, aún temblando, obedeció, sin apartar la mirada de él—. Colócate contra la mesa, y no me hagas esperar.

Con el cuerpo aún ardiendo por la necesidad, Anne obedeció sin dudar. Se inclinó sobre la mesa, apoyando sus manos temblorosas sobre la superficie mientras su trasero quedaba expuesto completamente para él. Michael la observó, complacido con la visión, mientras deslizaba su mano por su espalda, hasta llegar a sus nalgas enrojecidas por los azotes anteriores.

—Buena chica... —susurró, y sin más preámbulos, se colocó detrás de ella.

Anne contuvo la respiración cuando lo sintió posicionarse, su cuerpo ...

... entero expectante. Sabía lo que vendría a continuación, y esa anticipación casi la hacía desmayarse de pura excitación.

Cuando Michael finalmente la penetró de nuevo, el gemido que escapó de los labios de Anne fue casi un grito.

Michael, con una sonrisa oscura en los labios, se posicionó detrás de Anne mientras ella permanecía inclinada sobre la mesa, sus manos aferrándose con fuerza al borde como si el contacto con la madera pudiera sostenerla en medio de la tormenta de sensaciones que la atravesaban. Su cuerpo temblaba, expectante, una mezcla de ansiedad y deseo desenfrenado la hacía respirar de manera errática.

El jardinero se arrodilló detrás de ella, deslizando sus manos por sus caderas, admirando la curva perfecta de su cuerpo. Sentía el poder absoluto que tenía sobre ella, cómo Anne se ofrecía sin reservas, completamente entregada a lo que él decidiera hacer con su cuerpo. Aún podía notar el calor en sus nalgas enrojecidas por los azotes recientes, y eso lo encendía más.

—Sabes lo que sigue, ¿verdad? —murmuró Michael con un tono grave y controlado, su respiración pesada mientras sus manos amasaban sus nalgas—. Te dije lo que te esperaba la próxima vez, y aquí estamos.

Anne no respondió de inmediato. El sonido de su respiración entrecortada llenaba la habitación, y el sudor comenzaba a perlar su piel. Su corazón latía con fuerza, cada latido resonando en sus oídos, mientras sentía la presión de la punta del pene de Michael rozar el delicado anillo de su ...