1. Seducida por el Verdulero


    Fecha: 07/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM Infidelidad Autor: Alma Carrizo, Fuente: SexoSinTabues30

    ... las caderas contra la pelvis de José, que la sujetó fuerte de la cintura. Él bajó una mano a su vientre y, sin vergüenza, la rozó peligrosamente cerca de su entrepierna.
    
    Ella jadeó, apoyando la cabeza sobre su hombro.
    
    —Vámonos de acá —dijo José, voz ronca.
    
    —¿Adónde? —preguntó Alma, aunque ya sabía la respuesta.
    
    —A donde no nos vea nadie.
    
    Alma lo tomó de la mano y lo sacó del salón, entre la multitud. El corazón le latía con fuerza, la piel ardía. Recorrieron un pasillo oscuro hasta llegar a un rincón medio desierto, entre dos paredes. Allí, Alma lo empujó suavemente contra el muro.
    
    —Te odio… —le dijo, aunque estaba temblando de deseo.
    
    José sonrió apenas.
    
    —Mentís para protegerte.
    
    Ella lo besó. Al principio suave, pero enseguida se hizo urgente. José la sostuvo del rostro, luego bajó las manos, apretándole las caderas, subiéndole el vestido por la parte trasera para palparle las nalgas desnudas bajo la tela.
    
    —Dios… tenés el culo más hermoso que vi en mi vida —murmuró él, besándola con hambre.
    
    Alma le desabrochó un botón de la camisa. José bajó las manos y le apretó los pechos, hundiendo los dedos en su carne, haciendo que ella soltara un gemido bajo.
    
    —José… —jadeó Alma—. Pará…
    
    —No quiero parar… —dijo él, pegándola más contra su cuerpo.
    
    Alma empezó a deslizarse hacia abajo, lenta, mirándolo a los ojos mientras se agachaba. Sus manos viajaron a su cinturón. Lo desabrochó con dedos temblorosos, mordiéndose el labio, dispuesta a ...
    ... seguir.
    
    Pero de repente, a lo lejos, se oyó una voz que la llamó:
    
    —¡Alma! ¿Estás por ahí?
    
    Se congeló. José también. Ella quedó medio agachada, con el cinturón en la mano. Se miraron, jadeantes.
    
    —Mierda… —dijo Alma, incorporándose de golpe y arreglándose el vestido.
    
    José la sujetó de la muñeca.
    
    —No te vayas…
    
    —Tengo que ir… —dijo ella, tratando de recuperar el aliento—. Después seguimos…
    
    Y se alejó, dejando a José con la respiración agitada y el cinturón desabrochado. Mientras volvía hacia la pista, Alma sentía las piernas flojas y la ropa interior completamente húmeda.
    
    Sabía que no iba a poder resistirse mucho más.
    
    Esa noche no paso mucho mas, Alma ayudó a Angela y la llevó a su casa y a sus amigas igual…
    
    La mañana siguiente amaneció gris y cargada de nubes. Alma se levantó con resaca moral y física. Se dio una ducha fría, intentando enfriar la memoria del roce de José contra su cuerpo, de cómo casi se lo había comido vivo en aquel rincón.
    
    Cuando llegó el momento de partir, la tormenta cayó como un diluvio. El viento azotaba los árboles del pueblo y la ruta quedó cortada. No había forma de volver a casa.
    
    —Amor, no voy a poder volver —dijo Alma por teléfono a su marido—. Es un temporal de mierda, mañana salgo temprano.
    
    —Bueno, quedate tranquila —respondió él con voz adormilada—. Descansá.
    
    Hablaron un rato más, casi con rutina, y al cortar, Alma sintió un cosquilleo incómodo de libertad mezclado con culpa. Como si el destino le hubiese puesto ...
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