1. Seducida por el Verdulero


    Fecha: 07/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM Infidelidad Autor: Alma Carrizo, Fuente: SexoSinTabues30

    ... mirada.
    
    —Eso no es asunto tuyo.
    
    —Para mí sí —replicó él—. Porque si él no hace bien las cosas… yo me ofrezco de suplente.
    
    No pude evitar soltar una carcajada seca.
    
    —¿Y qué sabés vos de lo que me gusta o no?
    
    José se inclinó, bajando la voz:
    
    —Sé lo suficiente para reconocer cuando una mujer anda caminando con la bombacha mojada.
    
    Abrí la boca, escandalizada.
    
    —¡José!
    
    —No me digas que no… —continuó él—. A veces basta cómo te sentás en la silla… o cómo respirás cuando me acerco.
    
    Me mordí el labio. Ángela entró justo en ese momento, con un café.
    
    —Bueno, bueno… ¿qué pasa acá? —intervino ella, divertida.
    
    —Nada, Ángela —dije, volviéndome rápidamente a mi escritorio—. José se va.
    
    —Yo me voy… pero usted sabe dónde encontrarme, Alma —dijo él, saliendo, sin dejar de mirarme.
    
    Cuando se fue, Ángela se me acercó.
    
    —¿Vas a negar que te calienta?
    
    —¡Ángela!
    
    —Bueno… yo nomás pregunto. Además… con el marido que tenés… no me sorprendería nada.
    
    Le di un manotazo amistoso en el brazo.
    
    —¡Callate!
    
    Pero cuando me senté, tuve que cruzar las piernas porque estaba húmeda. Otra vez.
    
    Finalmente, llegó el sábado. Preparé mi bolso y bajé al estacionamiento. Mi marido estaba tomando un café, ya vestido para salir.
    
    —¿Segura que querés ir sola? —me preguntó, dándome un beso rápido en la mejilla.
    
    —No es que quiera —dije, conteniendo un suspiro—. Pero si vos no vas, no pienso faltar al cumpleaños de mi mejor amiga.
    
    Él me miró con una mezcla de ...
    ... culpa y fastidio.
    
    —No quiero ir a meterme con tus amigas… ni con gente de campo… no es lo mío, Alma.
    
    —Ya sé que no es lo tuyo. Nada es lo tuyo últimamente —dije, incapaz de frenar el veneno que me salió en la voz.
    
    —No empecemos, Alma.
    
    Rodé los ojos, agarré las llaves y me fui.
    
    Mientras manejaba por la ruta, sentí el zumbido del aire acondicionado contra mi cuello. Y mientras veía los campos pasar, no pude evitar pensar que quizás, si todo en mi matrimonio seguía igual… no iba a poder resistirme a José por mucho más tiempo.
    
    Y lo peor —o lo mejor— es que ya no estaba segura de querer resistirme.
    
    Llegué al pueblo pasada la una de la tarde, con el sol brillando implacable. Frené frente a la casa de Ángela… y me sorprendí, aunque sin sentirme intimidada.
    
    Era enorme. Una casa blanca, de dos plantas, con columnas en el frente y un jardín prolijamente podado, salpicado de rosales y jazmines. Parecía salida de una revista de decoración.
    
    Toqué timbre y enseguida apareció Ángela, radiante, vestida con un short de jean, remera blanca y el pelo suelto.
    
    —¡Alma! —gritó, abrazándome—. ¡Qué felicidad verte acá!
    
    —¡Pero vos me dijiste que vivías en un pueblito! ¡Esto es una mansión!
    
    Ella soltó una carcajada.
    
    —Bueno… es un pueblito, pero no soy pobre, boluda.
    
    —¡Me estuviste mintiendo todos estos años!
    
    —No es que te mintiera… solo que no es lo primero que le cuento a todo el mundo. Acá mi familia es bastante conocida, y viste cómo es la gente… prefiero ...
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