Jubilados
Fecha: 15/02/2019,
Categorías:
Confesiones
Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos
... deseable. Como muchas otras belgas —eso me cuenta Nicole— el sexo anal es su favorito.
La viuda y yo nos besamos en la boca durante mucho rato, suavemente, sin prisas, hasta que comienza a meterme la lengua hasta la garganta y los besos pasan a ser muerdos guarros, babosos, comiéndonos la boca como si el mundo se fuera a acabar. Desde hace ya unos cuantos muerdos mis manos se complacen en amasar, acariciar y apretar las tetas de la hembra, hasta que bajo la cabeza para ponerme a mamar los gruesos pezones, duros, tiesos, rugosos. Para mí son un manjar y para Nicole una fuente de excitación que demuestra dando unos leves grititos.
Lleva el coño completamente depilado, por lo que se ve como se moja —en ocasiones tenemos que utilizar un suave aceite para ayudar a lubricar— y empapa también los muslos. Me encanta notar la humedad oleosa de la mujer, los cambios en la respiración cuando introduzco uno o dos de mis dedos en su coño y los muevo lentamente, la aceptación de suaves caricias en el clítoris, de tamaño grande, la urgencia con la que empieza a pedir que me ocupe de su culo… Esas dos grandes medias lunas separadas por una raja ancha, amarronada, protegiendo un ano redondo, grande, de color algo más oscuro, mantienen su dureza al mismo tiempo que parecen tener imán para mis manos y lengua. Los gruñidos y grititos de satisfacción y excitación que le provocan mis lengüetazos a lo largo de la raja y en la entrada del ano me ponen la polla más tiesa y dura. En tres o ...
... cuatro minutos está lista para que la penetre, por lo que meto mi lengua varias veces lo más profundamente que puedo, escucho los nuevos grititos incontrolados que le provoco a Nicole y me pide lo que necesita con una vocecita melosa —me habla en flamenco, su idioma materno— que no se corresponde con su tamaño de mujer grande.
A los dos nos gusta que se ponga en cuatro —de perra, le digo, porque le excita oírlo— con la cabeza sobre la cama, al igual que las grandes tetas, un par de almohadas sobre las que apoya el estómago, las rodillas juntas y el culazo en pompa, magnífico en toda su extensión. Acerca las manos a los glúteos y hace fuerza para separarlos, para que yo vea mejor el ano, para hacerlo más accesible a mi polla.
Me doy aceite en todo lo largo del rabo —dieciocho centímetros por cuatro y medio, levemente curvada hacia arriba, de color claro y un capullo bastante grueso— meto mis dedos pringados en el ojete, uno a uno comenzando por el meñique, entrando y saliendo varias veces, hasta que tras sacar por última vez el pulgar ya estamos listos. Penetrar su culo no es difícil. Empujo de manera constante y mi gordo capullo —Nicole comenta a menudo que le encanta notar cómo entra, abriendo los esfínteres, calibrando en su mente el tamaño con los ojos cerrados, sintiendo una leve molestia durante apenas unos momentos— penetra sin apenas oposición, provocando un gritito de excitación, de alegría y aceptación que me lleva a empujar hasta meterla entera. Me detengo unos ...