1. Fernanda y el Profe


    Fecha: 18/02/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    En mi adolescencia supe que del odio al amor hay sólo un paso. Cuando conocí a H… lo odié porque era un hombre autoritario y arrogante. Me aterrorizaba porque, a mí en especial, me forzaba a participar en juegos de futbol o boxeo y otros deportes rudos que me hacían llorar. Sufría dos veces por semana esos 50 minutos de clase y el baño colectivo en el gimnasio con mis compañeros que se burlaban del micro pene que yo tenía entre las piernas. Con el tiempo H… moderó su trato, no sin advertirme a solas que debía aprender a defenderme. “Mira –me decía en tono conciliador-. Si sigues chillando todos te van a chingar en la vida. Échale huevos. Pero cuando él me hablaba yo sólo veía sus labios. Esa mezcla de dominio y protección, me prendó de ese cuarentón de 1. 80 de estatura de amplios hombros, pelo corto, ropa impecable, tez morena clara, fragancia varonil, ojos negros y aliento fresco. Lo identificaba como esos oficiales del ejército que aparecen en películas románticas. Al final del curso mis notas no fueron muy altas, y por eso H… me citó en su casa para indicarme cómo aprobar la asignatura. Fue una tarde de verano cuando, después de comprar una toalla y ropa deportiva, llegué a su departamento. Iba nerviosa, pero supuse que era una visita corta y me vestí ligera, con pantalón y playera de algodón holgados y mocasines, sin ropa interior. A mis 17, tenía apariencia indefinida con mi melena rizada, manos y pies suaves, y modales finos. Pero no fue una visita breve. Me ...
    ... recibió sin protocolo, sólo con short deportivo y descalzo. Se portó amable. Sonrió y bromeó para darme confianza. Me sirvió un vaso de agua de fresa y me invitó a sentarme en el sofá. Verlo semidesnudo me inquietó y sin notarlo me embobé en sus piernas firmes cubiertas de sedoso vello. Cuando me preguntaba algo, yo bajaba la mirada y luego volvía a fascinarme con sus manos surcadas de poderosas venas. Seguro notó mi embobamiento y de repente me preguntó: ¿Te gustan los hombres? La pregunta me tambaleó y quedé muda y fría como si me hubieran desnudado. Él insistió: “Dime la verdad. ” Seguí callada y bajé la cabeza. -Mira- me dijo-, deberías cambiar de escuela- Aquí son muy conservadores y te van a hacer la vida imposible. Sin querer me salió una lágrima y corrió por mí mejilla. Él se acercó y, de pie frente a mí, tomó mi barbilla, levantó mi cabeza y casi paternal dijo: “tienes que aprender a defenderte Fer”. Ese “Fer” me timbró los oídos como música de violines, porque era cariñoso. Y sin pensarlo le dije decidida: “Enséñeme”. Me paré y volteé hacia arriba para verlo y dije suplicante: ¿Me enseña? Al verme tan cerca reaccionó y dijo autoritario: “No seas joto. Vete mejor”. Al verme rechazada tan rudamente me sentí avergonzada, tomé mis cosas y me encaminé a la puerta llorando. Pero, casi por salir sentí sus manos en mi cintura. “Perdóname”, pidió apenado. Giró mi cuerpo y me abrazó. Al sentir su piel, recosté mi cara en su pecho desnudo y me acurruqué entre sus brazos. Todo fue ...
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