-
Quiero hacer un gato (Parte 1)
Fecha: 25/02/2019, Categorías: Microrelatos, Autor: Tita, Fuente: CuentoRelatos
... Eduardo y tú fuesen amantes, guardando la secrecía y sin alterar la discreción que guardaban en esa múltiple relación. Adriana me fue contando todo, hasta el irrisorio caso de cómo llegaron al matrimonio. Resulta que su padre, quien sólo tenía hijas mujeres y era dueño de una gran fortuna, sintiendo que ya le quedaba poco tiempo, las juntó a tres de las cuatro, las tres solteras, y les dijo que en una semana más haría su testamento por última vez, y que su fortuna sería repartida con un 1% a cada una de las que estuvieran solteras y el resto en partes iguales a quienes estuviesen casadas. La hermana casada no sabría esto hasta que el testamento estuviese redactado y que tenían una semana para entregarle el acta de matrimonio. Aunque ese 1% les permitiría vivir holgadamente si lo sabían administrar, la fortuna restante no era para despreciarse. Ella le pidió matrimonio a Eduardo, sin decirle nada del testamento, pero convenciéndolo de que podrían vivir sin problemas. Él le recordó su relación conmigo y que por ello no iba a aceptar casarse. —Eduardo insistió en su amor por ti y manifestó las desventajas que tendría en su libertad para mantener esa relación. Me confirmé a mí misma que yo sí lo amaba verdaderamente y que, como Saúl, podría demostrarle yo a Eduardo mi amor de una manera similar —me dijo con un tono de gran convicción—. Ese amor, el de Saúl y el de Eduardo por ti, me dieron inspiración para plantearle muchas ventajas de que él estuviera casado. No sé de ...
... dónde saqué palabras y argumentos tan persuasivos, además de los dos años que entonces llevábamos de amasiato. Le dije “Quiero que sigas con ella, te cases o no conmigo”, me escuchó con incredulidad, pero de inmediato continué preguntándole “¿Crees que no es posible, a pesar de tener un ejemplo de ello en la actitud de Saúl? No hubo más, él me dijo “Sí, acepto ser tu esposo” y me convencí de que era cierto que él también me amaba. Me pareció franca por los años que llevábamos conociéndonos y porque siempre su actitud había sido tal como ella decía: ninguna recriminación o insinuación, ningún obstáculo de Eduardo para darme el amor cuando se lo pedía, y más ejemplos que no son necesarios mencionar, pues nunca hubo impedimento debido a “la esposa Adriana”. Aparecieron mis dudas, las cuales quise expresar en voz alta, pero me quedé con la boca abierta sabiendo que eran sólo mías, gritándolas en mi interior: ¿Qué pasará si me niego? ¿Crecerá el amor de Eduardo por Adriana hasta ser yo una imagen desdibujada de lo que antes fue amor o simplemente deseo? ¡Dios, no quiero perder a Eduardo! ¡Tampoco a Saúl! —Déjame pensar esto y las posibles consecuencias, estoy confundida —le dije casi al punto de soltar el llanto y ella entendió mi confusión, despidiéndose de mí con un beso de hermandad y cariño. Esa noche, entre mamada y mamada de pene, ¡bien parado!, le pregunté a Saúl si se le antojaba Adriana. —La he visto pocas veces y menos veces he sostenido una plática con ella. Sí, ...