1. La venganza. Ojo por ojo, polvo por polvo. Sexo en la oficina


    Fecha: 07/03/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos

    Este relato podría estar incluido en un caso de justicia legítima. La sentencia bíblica dice: “ojo por ojo, diente por diente” y de cómo fue cumplida. Se ejecutó el dicho al pie de la letra, o más precisamente al pie de la escalera. Soy el jefe de la oficina, mi despacho vidriado, me permite observar el salón, donde las empleadas cumplen tareas administrativas.
    
    El primer escritorio, en diagonal al mío, visible totalmente cuando la puerta de mi despacho está abierta, es ocupado por Isabel, Lizy para nosotros.
    
    Tomaba el café, recorría el diario y “ojeaba” a la Lizy, que estaba con una mini más osada que lo usual; cuando se movía en su asiento y me ofrecía un primer plano de las magníficas piernas. Estaba exultante, movía esas dos piezas de porcelana más de lo prudente, casi podría afirmar que lo hacía con toda intención de “agredir” y desafiar la tolerancia del jefe, tanto que podía ver hasta la tanga negra. Cuando me pescaba “relojeándola” me dedicaba una sonrisita cómplice.
    
    Mañana de inquietante excitación. Al salir para el almuerzo, le solicito una información.
    
    —Sí... jefecito, se la voy a buscar, respondió, sumisa.
    
    Me dejó loco, regresé antes que todos los demás. Sentada, inquietante, arreglándose las uñas, me sonríe, sabía que volvería tan rápido.
    
    —Lizy, me buscó la documentación?
    
    —No jefecito, ¡pero se la busco ya mismo!
    
    Por segunda vez “jefecito”, nunca antes tan familiar.
    
    — Necesito la llave del archivo del segundo piso, ¿no tengo ...
    ... llave?
    
    Salimos, al llegar a la escalera, la dejo ir delante. Por Dios, que maravilla la vista que ofrecía al subir la empinada escalera de servicio, se le marcaba la tanga, negra, y tan chiquita.
    
    Llegamos a la puerta, se apoyó en la manija, se inclina en demasía, las carnes desafiantes de sus nalgas. Visión inolvidable y digna de prolongarse toda la vida.
    
    En ese momento se me nubló el entendimiento, solo podía ver su trasero insinuante de todos los placeres, me abrazo a esas caderas, apretarme contra ellas con mi urgencia a punto de estalla. Se dejó hacer, sumisa, complaciente, esperando. El que calla otorga. La tomé y beso en el cuello, enredando mi boca en sus cabellos.
    
    —Aquí no, pueden vernos. Mejor entremos. Dándose vuelta y manejando la situación con absoluta soltura.
    
    Pasamos y ahí no más le di una apretada contra la puerta, la besé con fiebre, abrí la blusa y me sumergí en esas tetas con ansiedad y calentura. Descontrol y urgencia, en un instante la breve falda subida más allá de la cintura, estaba en tanga. La camisa abierta y las tetas desafiaban a mi lengua ofreciéndose indefensas. La tomo de la cintura y nos besamos, las lenguas se acariciaban y mezclan las salivas.
    
    No hubo palabras, solo gemidos y urgencia. Desnuda y el miembro totalmente metido en la concha, recaliente y mojada.
    
    De espaldas, tan adentro, entraba ajustada, produciendo una agradable sensación sobre la pija dura y excitada. Difícil prolongar el placer de cogerla, la calentura me puede, estoy ...
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