1. Sintiendo a Mireya


    Fecha: 14/03/2019, Categorías: Sexo Virtual, Autor: Escriba, Fuente: CuentoRelatos

    ... hecho lo que fuera por complacerla.
    
    Una vez bien lubricado, sintiéndome un poco extrañado por la sensación de humedad permanente, me coloqué encima de ella. Quizá en otra situación habría sentido cierta incomodidad, pero al ser capaz de moverme con libertad y marcar el ritmo al que se iba introduciendo dentro de mí, lo único que me asaltó fue cierta sensación de extrañeza que, rápidamente, fue sustituida por una sensación de sosegado placer.
    
    Coordinarse con Mireya era un auténtico placer, y lo digo en todos los aspectos. Aunque se notaba su excitación y deseo, respetaba los ritmos que yo iba marcando, galopando sobre ella de acuerdo a los impulsos que mi cuerpo iba sintiendo. Y fue así como, lentamente, sin precipitaciones, sentí el primero de los orgasmos explotó dentro de mí. Nacía en mi sexo, pero en lugar de ser expulsado, parecía empujar hacia lo más íntimo de mi ser, hasta que mis sentidos quedaban saturados por una sensación de absoluto placer que me hacía perder la conciencia de lo que sucedía a mi alrededor. Consciente de lo que me sucedía, pues ella misma lo había experimentado en múltiples ocasiones, Mireya reía al ver que ahora ambos comprendíamos cómo funcionaban nuestros cuerpos mucho mejor que antes.
    
    Para mí, el sexo siempre había sido algo que se hacía ...
    ... deprisa y con fuerza, pero junto a mi nueva compañera había empezado a comprender que tomarse tiempo para disfrutar, que moverse con cuidado para complacerse tanto a uno mismo como a la otra persona, podía ser infinitamente más satisfactorio.
    
    Cuando me recuperé por segunda vez de la explosión que me consumía por dentro, mi mirada suplicó a Mireya que pusiera fin a aquello. El deseo era demasiado grande, la erección demasiado fuerte, mi cuerpo pedía derramar toda su esencia pero no sabía cómo. Empapando su palma con su propia saliva, Mireya aferró con fuerza la cabeza de mi sexo, y apretándola sin miramientos, fue estimulándome de una forma tan enloquecedora que me faltaron tanto el aire como las palabras. Fui incapaz de avisarla de lo que estaba a punto de pasar, y cuando salpiqué sus pequeños pechos y su rostro, su risa de satisfacción fue absoluta.
    
    Agotado pero consciente de los muchos cuidados que mi compañera me había dedicado, continué unido a ella, moviéndome ahora con mayor control, pensando en cada golpe e cadera en lo que ella sentía, acariciando con mis yemas la ardiente piel que parecía a punto de estallar en combustión. Su grito, repentino y victorioso, indicó que acababa de culminar dentro de mí. Y que yo, a partir de ese momento, era suyo, igual que ella era mía. 
«12»