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Don Chente II; El Viejo Mecánico.
Fecha: 18/10/2025, Categorías: Sexo con Maduras Tus Relatos Autor: Jessi696, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
Hola a todos, buenas noches. Este es mi segundo relato. Para quienes no leyeron el primero, les recomiendo que lo hagan para conocer bien la historia. Me presento: mi nombre es Jessi, tengo 35 años, piel blanca, cabello rojizo y ojos color café claro. Mido 1.69 y peso alrededor de 65 kg. Mi cintura pequeña se acentúa gracias a mis senos abundantes y mi trasero, del que siempre me han halagado. Esta historia corresponde a mi segundo encuentro significativo con Don Chente. Si no conocen el contexto, les sugiero leer el primer relato para entender mejor cómo comenzó todo. El reencuentro Todo empezó después de aquellos primeros encuentros furtivos con Don Chente. Digo "encuentros" en plural porque, después de la primera vez, siempre que me mandaban a la tienda, pasaba a verlo. Le daba una chupada rápida, literalmente ni cinco minutos, y tenía que irme antes de que mi mamá pudiera descubrirme. Así estuve casi un año, repitiendo lo mismo. Cuando pasé a tercero de secundaria y cumplí 18 años, comencé a alejarme de Don Chente. Finalmente había conocido a alguien de mi edad que me satisfacía sexualmente. Aunque no era muy agraciado, me daba revolcones inolvidables. Cogíamos por todos lados: en las gradas de la escuela, en los campos debajo de los árboles, incluso una vez bajo un puente del boulevard, en la oscuridad total. Todo era amor y deseo, hasta que un día descubrí sus mensajes con otra persona. Inmediatamente lo terminé. El dolor era profundo; estaba enamorada de él por ...
... primera vez. Pasaron semanas, y aunque lo necesitaba con desesperación, me negué a buscarlo. Una madrugada, llorando por Manuel -mi ex-, escuché desde mi cuarto el sonido inconfundible de la camioneta de Don Chente. Era antigua y ruidosa, así que supe que era él. Me asomé y lo vi bajando, visiblemente borracho. Lo recuerdo como si fuera ayer: pantalón de mezclilla, camisa azul de cuadros abotonada, unos tenis grises baratos y el cabello despeinado, como siempre. Al verlo, las ganas de llorar se transformaron en un calor repentino. Una idea cruzó mi mente: Don Chente venía muy tomado, no necesitaba arreglarme demasiado. Eran las 3 de la mañana y no había nadie en la calle. Yo llevaba puesto solo un short corto y una blusa de tirantes, sin sostén ni nada debajo. No había tiempo que perder. En cuanto él entró a su casa, me dispuse a salir. Mi mamá y mis hermanos dormían profundamente -yo, por entonces, dormía en una hamaca en la sala-. Me asomé: ni un perro ladraba. Abrí la reja despacio, crucé la calle corriendo y llegué a su casa. La reja estaba cerrada, pero era vieja y tenía huecos por todos lados. Me colé agachándome y me acerqué a su cuarto. Ahí estaba, ya acostado, con el pantalón abajo. Quizá quería cambiarse, pero para míera perfecto. Entré, me arrodillé y respiré hondo para calmarme. Le bajé la ropa interior, tomé su verga y comencé a chupársela. Primero con mi lengua en la cabeza, de arriba abajo, rodeándola. Don Chente comenzó a balbucear mi nombre, y eso me ...