1. Ari: Prisionero de Mi Piel XIV


    Fecha: 04/11/2025, Categorías: Transexuales Tus Relatos Autor: EntreLineas, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X


    Esa noche todavía tenía los ojos hinchados de tanto llorar por la discusión con mamá. No quería ver a nadie, pero al mismo tiempo lo esperaba. Sabía que Jordan vendría. Siempre venía, y siempre lo hacía como si la casa fuese suya.
    
    El rugido de la moto me sacudió el corazón. Apenas escuché la llave girar en la cerradura, mi cuerpo se tensó. Entró con paso seguro, la sonrisa ladeada, como si supiera que yo había estado sufriendo por él.
    
    —¿Qué cara es esa, muñeca? —preguntó, cerrando la puerta tras de sí—. ¿Has estado llorando?
    —Mamá… —balbuceé, con la voz quebrada—. Sospecha. Cree que me estás usando. Los vecinos… todos dicen que… que vienes demasiado.
    
    Jordan soltó una risa baja, grave, que me recorrió entero.
    
    —Y tienen razón. Vengo demasiado… porque no puedo estar sin ti.
    Quise apartarme, pero en un segundo me tuvo atrapado contra la pared. Sus manos grandes rodeaban mis brazos frágiles como si no pesaran nada. Su calor, su olor, su altura que me hacía sentir diminuto… todo me hacía rendirme.
    —Jordan… no podemos… mamá está aquí cerca, puede escucharnos —dije, temblando.
    —Entonces que escuche —me susurró al oído, con esa voz gruesa que me hacía estremecer—. Que se entere que no tiene un hijo sino una hermosa y riquísima hija y que tienes dueño.
    
    Un gemido se me escapó antes de poder callarlo. Mis piernas cedieron, pero él me levantó con facilidad, obligándome a rodearlo con ellas. Lo odiaba. Lo odiaba porque siempre ganaba.
    
    Me llevó a mi habitación, me ...
    ... dejó caer sobre la cama como si yo fuera de trapo. Me tapé la boca con las manos, intentando contenerme, pero él me las apartó.
    
    —No. Quiero escucharte —ordenó.
    Cada caricia suya era fuego. Cada beso, una rendición. Y mis gemidos, ahogados al principio, terminaron escapando cada vez más fuertes. La habitación se llenó de mi voz, y yo sabía que desde afuera alguien podría oír. El simple pensamiento me enloquecía más.
    
    —Cállate, Ari… —me dijo burlón, pegado a mis labios—. O tu madre va a pensar que soy demasiado bueno contigo.
    Lo odiaba. Y lo amaba. Mis lágrimas se mezclaban con mis suspiros, con mis jadeos. Quería que parara, quería que siguiera. No podía dejar de temblar.
    
    Al final, agotado, quedé sobre su pecho, respirando entrecortado. Él jugaba con mi cabello como si todo fuera natural, como si yo no me estuviera muriendo de culpa.
    
    Afuera, la noche era silenciosa, pero dentro de mí retumbaban los ecos de mis propios gemidos. Yo rezaba para que mamá no los hubiera escuchado. 
    
    Jordan se quedó dormido hasta que el sudor y el temblor se apoderaron de mi cuerpo. Mis manos todavía lo aferraban, como si me negara a soltarlo, aunque sabía que debía irse.
    
    Él se inclinó y me dio un último beso, lento, posesivo, como una firma en mi piel.
    —Hasta mañana, muñeca. No llores más. —Su voz sonaba cruelmente dulce.
    Yo solo asentí, con la garganta cerrada. Apenas escuché el rugido de su moto alejándose, mi corazón se apretó.
    Me dejé caer de espaldas en la cama, la polera ...
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