1. Gavilán y paloma. El hombre estrenó a la hija del socio pero ella fue el gavilán


    Fecha: 18/03/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Lobo Feroz, Fuente: CuentoRelatos

    ... que no está hablando con propiedad, que es tan solo una pose.
    
    En ese momento estábamos en la intimidad del auto, y para “moverle el piso”, intenté “avanzarla”, dije que me resultaba muy atractiva y deseaba más que nada en el mundo darle un beso, pero al mismo tiempo súbitamente me invadió ese arrepentimiento de haber saltado el límite de lo prohibido, algo notado por ambos. Desconcertada, dudo y perdió.
    
    -¿Puedo? –la pregunta tan de pendejo, la impresionó gratamente y vulneró sus defensas.
    
    -Sí, pero… uno solito -gesto aniñado, levantando el dedo índice, casi parecía un ruego.
    
    -Tomé la cara en mis manos y besé esos tiernos labios y… fui atrapado por ella…
    
    Daniela me toma por sorpresa, ella tomó el control haciendo del proyecto de un casi inocente beso en un profundo e intenso beso de lengua, el que me propinó la muchacha. Yo era el sorprendido, absorto y con ganas de más, volví por otro beso, más largo, más intenso. Era una mujer, con todo lo que hay que tener.
    
    La calentura que nos superaba, yo sorprendido, ella esperando más. De aquí en más, es otra historia.
    
    La dejé cerca de la casa, no quería tenerla cerca, en un destello de realidad me asustaban las consecuencias. Cuando llegué a mi domicilio, venía con una erección como en mis mejores tiempos, hasta se repiten esas condiciones de pendejo calentón, de tan dura y tan caliente, me había “venido en seco” y tanto que esa eyaculación involuntaria se manifiesta con que la humedad había atravesado el bóxer y ...
    ... el pantalón que tuve que echarle un poco de agua del grifo para evitar alguna torpe excusa al aparecerme con el pantalón mojado. Al momento de escribirlo aún me invade ese recuerdo lleno de graciosa ternura.
    
    Con el correr de los días los acontecimientos se precipitan, cuando pasaba por detrás de ella le dejaba una caricia en la cola, si venía por la oficina, al fondo del local, se colocaba a mi lado y este calentón, metía la mano entre las piernas, subiendo hasta llegarle justo al límite, dejándola cada vez más caliente. La muy “guacha” (atrevida), se ponía de cola, apoyándola contra mi sexo, dejándome al palo, este histérico juego de seducción llegaba a niveles increíbles, la dejaba “hacerse los ratones”, esperando el dulce momento del ataque y yo me iba a casa con tal calentura que dolían los testículos, y mi esposa contenta por disfrutar las mieles de tamaña excitación.
    
    Dos semanas duró este infierno de calenturas, consideré que era hora de cerrar el lazo y atrapar a la gacela. Una tarde que la calentura se subió a la “azotea” (cabeza), la arrinconé en la despensa, la besé y metí mano por debajo de las ropas, todo el cuerpo, y en la rajita tan húmeda, tan cerradita. Caliente era poco decir, se hubiera dejado ahí mismo, pero el peligro era demasiado. En medio de la calentura acordamos que pasé por ella la tarde siguiente, a la salida del liceo.
    
    En el trayecto me hice toda la película, detalles y las respuestas posibles a su eventual negativa en el momento decisivo. ...
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